jueves, 1 de diciembre de 2011

Reflexiones sobre el Cerebro y el Alma



Antes de comenzar me gustaría aclarar que en este ensayo, a pesar de que se tratará el tema de el alma, no pretendo entrar en debates y argumentos de tipo teológicos y, quizás ni siquiera, filosóficos; únicamente pretendo presentar algunas reflexiones muy sencillas, principalmente biológicas y lógicas, que he meditado sobre la materia.

El alma se ha definido tradicionalmente como una especie de sustancia espiritual, invisible, etérea e inmortal en la que reside toda nuestra esencia como personas, como seres únicos e irrepetibles. Durante miles y miles de años el ser humano ha creído en la existencia del alma, y esa creencia ha dado origen y fundamento a prácticamente todas las grandes religiones, creencias y prácticas sobrenaturales del Planeta, desde el cristianismo, el islam, el judaísmo y -en parte- el hinduismo hasta las antiguas religiones ahora en desuso. Es la creencia en el alma lo que fundamenta ideas como “la vida eterna”, “el infierno” y “la resurrección”, por ejemplo. Luego entonces, hablar del alma no es tema menor y, por el contrario, quizás sea uno de los temas más importantes que analizar que se la hayan presentado al ser humano en toda su historia.

Por otro lado, desde el punto de vista biológico, el ser humano ha logrado consolidarse como la especie dominante sobre el planeta Tierra debido a su gran cerebro, cuya capacidad de percibir la realidad, razonar, cuestionar, dudar, analizar, expresarse y almacenar gran cantidad de información nos ha permitido gradualmente desarrollar y transmitir conocimientos, experiencias e inventos, que de manera exponencial se han ido acumulando en nuestra historia hasta permitirnos llegar al punto tecnológico en que nos encontramos.

Sin embargo, alma y cerebro parecen concebirse tradicionalmente como órganos o partes del humano independientes una de la otra, como el corazón y el cerebro, por ejemplo. Así, este ensayo se generó producto de haberme planteado las siguientes preguntas:
-       
- ¿Existe el alma?
- De existir el alma, ¿cuál será su composición y forma?
 De existir el alma, ¿estará formada por átomos como absolutamente todas las cosas que actualmente conocemos?
- De existir el alma, ¿cuál sería la relación entre el cerebro y el alma? y ¿cómo se dará dicha interacción?
- ¿Qué funciones le corresponderán a cada uno?
- ¿Cuál es el papel que juega cada uno en nuestra vida?

El problema de hablar de “el alma” es que se debe entrar demasiado en el campo de la especulación y –necesariamente- de las creencias personales. Si yo digo estar convencido que el alma es eterna y alguien más me asegura estar convencido que no es eterna, ¿bajo qué criterios se debe desarrollar el debate?, ¿cómo podemos sustentar o comprobar nuestras afirmaciones o convicciones? Cuando mucho nos podremos sustentar en las creencias y reflexiones de otra persona (e.g. Tomás de Aquino), pero –al menos hasta el día de hoy- nunca sobre pruebas tangibles[1] que sustenten nuestro dicho, creencia o postura. En pocas palabras, se vuelve un ejercicio, al menos desde el punto de vista de la lógica y la razón, mucho más ocioso que provechoso.

En contraparte, sobre el cerebro sí se puede hablar y debatir con pruebas tangibles, ya que a pesar de que el cerebro es un órgano sumamente complejo (el más complejo del cuerpo humano) y que ha sido estudiado hasta el cansancio por millones de personas, cada día se sabe con mucha mayor precisión cómo funciona, incluso a pesar de los enigmas que aún nos guarda. En ese sentido, el fundamento de este ensayo será aquello que sí sabemos a ciencia cierta sobre el cerebro. Por ejemplo, hoy en día es muy fácil demostrar cómo funciona el cerebro, y si yo les preguntara en este momento, ¿De acuerdo a La Biblia, dígame cuántos animales de cada especie ingresó Moisés en el Arca antes del diluvio?, seguramente me contestarán que dos, lo cual es absolutamente falso. Su cerebro lo engañó porque es un ejercicio muy sencillo que tiene como objetivo que su parte inconsciente (sistema uno), engañe a su parte racional (sistema dos).

Pero antes de seguir adelante hablando sobre nuestro cerebro, soy consciente que el primer gran debate que se presenta al hablar sobre el origen del cerebro, es el mismo que al hablar del origen del Planeta Tierra y de todo lo que hay en él, incluido el ser humano, y básicamente se limita a una de dos cosas: o es producto de la evolución o es producto del diseño de alguien superior a nosotros, tentativamente llamado Dios.[2] Analizar los argumentos a favor y en contra de ambos posibles orígenes es de sumo interesante (e importante), pero por el momento no será objeto del presente ensayo. En ese sentido, para no desviar la atención a otro debate diverso, trataré de evitar en la medida de lo posible referir las causas científicas por las cuales se explica por qué el cerebro es lo que es y funciona como funciona.

Así las cosas, lo que sí pretendo sea fundamento de este trabajo, son los hechos duros, son aquellas cosas que hemos llegado a conocer del cerebro humano y a través de las cuales se pueden afirmar muchas cosas con absoluta certeza, como por ejemplo:

1.    El cerebro es una "máquina" sumamente compleja, dividida en cuatro partes (frontal, parietal, occipital y temporal).
2.    En el cerebro funcionan de manera simultánea dos "sistemas", uno de manera inconsciente y otro de manera consciente. Cada uno tiene funciones muy específicas que permiten mucho ahorro de tiempo y energía.
3.    Nuestras células cerebrales, las moléculas del cerebro, los neurotransmisores, las neuronas, las dendritas y las sinapsis son casi idénticos en los cerebros de todos los animales, por lo que los cerebros de los insectos, peces, reptiles, aves y mamíferos están todos hechos con los mismos “bloques de construcción” que el cerebro humano.
4.    El cerebro de un varón y una mujer funcionan ligeramente diferente.
5.    En el cerebro se almacena un gran cantidad de información (nuestra memoria) y se realizan todos los procesos cognitivos, racionales, conscientes y subconscientes necesarios para el debido funcionamiento de nuestras habilidades, nuestros sentidos y, desde luego, de nuestros órganos.
6.    No es posible concebir la vida humana sin cerebro.
7.    No existe hoy en día la posibilidad de un trasplante de cerebro.
8.    En base a las partes en que se divide el cerebro y sus funciones, un neurocirujano moderno puede identificar con precisión áreas afectadas del cerebro y sus consecuencias en la vida de una persona, desde físicas y psicomotrices hasta puramente psicológicas, e incluso, llegar de repararlas.

Hasta este punto es importante que usted lector relea los 8 hechos duros planteados y determine si se está de acuerdo con ellos o no y por qué. Si no se está de acuerdo en ellos, a pesar de ser hechos tangibles, no vale la pena que siga leyendo, sino que debemos primeramente investigar más y debatir sobre ellos y demostrarse a un servidor, y a todo el mundo de la medicina y de la ciencia de paso, nuestra equivocación.

Por otra parte, si usted coincide en que efectivamente son hechos y, por ende, irrebatibles, vamos a seguir adelante replanteando una importante pregunta.

¿Qué funciones tiene, o tradicionalmente se cree, que tiene el alma?
Una de las más grandes autoridades en la materia, Tomás de Aquino, en su obra denominada "Cuestiones disputadas sobre el alma", plantea al inicio de su obra veintiún cuestiones que analiza una por una en igual número de capítulos. Se necesitaría un libro completo para analizar y refutar cada una de ellas (quizá algún día lo haga con toda seriedad), pero a grosso modo nos señala que "el alma tiene cierta dependencia del cuerpo, en la medida en que sin el cuerpo el alma no alcanza a ser complemento de su especie. Sin embargo, no depende del cuerpo en la medida en que puede existir sin el cuerpo."... "...por lo mismo que la carne desea lo contrario al espíritu, se muestra la afinidad del alma con respecto al cuerpo. Pues se dice que el espíritu es la parte superior del alma, por la que el hombre se eleva por encima de otros animales (...) En cambio, se dice que la carne desea, porque las partes del alma sujetas a la carne desean aquello que deleita a ésta: y algunas veces se oponen al deseo del espíritu.". Como vemos, Tomás de Aquino va más allá e incluso nos dice que el alma tiene partes, y una de ella es el espíritu con sus propias funciones.

Empero, simplifiquemos las cosas abriendo nuestro abanico teológico y creo que si buscamos un factor común en la gran mayoría de las creencias religiosas, la función principal del alma podría resumirse en una cosa: la trascendencia. Esta es quizás la más arraigada de todas las funciones que la mayoría de la gente le atribuye al alma, y consiste en pensar (con el cerebro) que el alma nos hace o hará vivir eternamente –o al menos mucho más tiempo del que dura la vida terrenal-, sin importar si nuestro cuerpo ha muerto. Incluso, esta misma función hace creer a muchos en la posibilidad de la reencarnación, la resurrección y/ o la vida eterna.

Sin embargo, nada de ello parece posible sin cerebro, porque para trascender como seres únicos e irrepetibles necesitamos forzosamente nuestro cerebro. Lo explico con un ejemplo: Todo nuestro cuerpo pudiera morir o destruirse, pero si de alguna forma pudiera salvarse intacto el cerebro y hacerse funcionar en otro cuerpo, seguiríamos siendo –técnicamente- “nosotros”. Por el contrario, si se destruye o muere nuestro cerebro, y el resto de nuestro cuerpo sigue intacto, incluso si pudiéramos hacer funcionar ese cuerpo con otro cerebro, creo que todos coincidimos en que ya no seríamos "nosotros". Una persona que dona sus órganos, no se convierte por ello en el recipiente, pero ¿qué pensaríamos si a un ser querido que pierde su cerebro se le implantara el cerebro de otra persona que murió dejándolo intacto? ¿Seguiría siendo nuestro ser querido?

Por otra parte, para poder pensar que el alma cumple esa gran función de hacernos trascender la muerte, se debe creer también –necesariamente- que el alma tiene, cuando menos, las mismas funciones que el cerebro. Pues para creer que con el alma se quedan (una vez muertos) nuestra razón, capacidad de pensar, memorias y recuerdos (es decir, todo lo que nos define como únicos, con excepción de nuestro cuerpo), entonces es necesario creer también que el alma, además de sus propiedades tiene también todas las del cerebro, pues de otra forma no sería en ningún caso factible ni sustentable la creencia en el alma.

Cuando se cree en el alma, por ejemplo, se suele creer que un fantasma o espíritu (manifestación física del alma de una persona cuyo cuerpo y cerebro han muerto) puede venir y dialogar o interactuar de alguna forma con aquellos que tienen cuerpo (y cerebro) vivos. Sin embargo, ¿cómo se puede dar esa interacción si no se tiene cerebro?, ¿qué no estábamos todos de acuerdo en que el cerebro controla los sentidos y la razón?, ¿qué no coincidíamos todos en el hecho de que la información que acumulamos –memoria y/o recuerdos- está almacenada en zonas específicas del cerebro? (Ver el apartado de “hechos”)

En ese sentido, vale la pena preguntarse ¿hay suficientes elementos para suponer que la creencia en el alma puede ser producto del cerebro?, o si por el contrario ¿las funciones que actualmente le atribuimos al cerebro en realidad son ejercidas por nuestra alma? El "problema" es que existen estudios que demuestran cómo se activan las partes del cerebro según la actividad que realicemos y además, se ha comprobado que por "economía" el cerebro nos hace "creer" que la experiencia de las decisiones tomadas con nuestro "libre albedrio" se encuentra separada de una causalidad física. Retomando el ejemplo del Premio Nobel Daniel Kahneman, aunque es tu mano la que toma el salero, no percibes este evento en términos de una cadena de causalidad física. Lo experimentamos más bien como una acción ocasionada por una decisión que hizo un "tu" ajeno al cuerpo, simplemente porque ese "tu" quería ponerle sal a la comida. El psicólogo Paul Bloom señaló que el cerebro humano está  preparado de manera innata para separar las causalidades físicas de las intencionales, de tal manera que "percibimos el mundo de los objetos como esencialmente separado del mundo de las mentes, haciendo para nosotros posible visualizar almas sin cuerpos y cuerpos sin almas.".

Así las cosas, es inevitable cuestionarnos: sin la existencia de un cerebro ¿cómo puede el alma de una persona, razonar, pensar, recordar, manifestarse, interactuar e incluso dialogar sin tener cerebro? La única explicación que encuentro sería que el alma tuviera cerebro o que el alma pudiera realizar en sí todas las funciones del cerebro, además del resto de las funciones que se le suelen atribuir. 

El problema de fondo es que si aceptamos esa única explicación (no se me ocurre ninguna otra razonable), entonces sería imposible evitar hacernos la siguiente pregunta ¿para qué existe el cerebro? Si el alma tiene cerebro o es un cerebro en sí, que nos permite almacenar información, utilizar los sentidos, pensar y razonar, el cerebro no tendría prácticamente ninguna razón de ser o existir.

Si efectivamente es verdad que carecemos de la capacidad biológica y de la tecnología para “detectar” o “percibir” el alma de las personas, aún así siguen vigentes las preguntas lógicas: ¿para qué el cerebro?, ¿por qué el cerebro hace lo que hace si el alma también lo puede hacer?, ¿por qué podemos alterar con mucha precisión, a través de medicamentos, drogas y/o cirugías las funciones cerebrales –casi- a placer y no entra en acción el alma como una especie de "respaldo" anti corruptivo de la conciencia?

Se me ocurre que lo lógico sería, en todo caso, que en nuestra cabeza hubiera una cavidad –aparentemente- vacía, y en ella residiría el alma (no formada por átomos ni nada que conozcamos) simplemente invisible a nuestros ojos y ciencia, haciendo todas las funciones que le atribuimos al cerebro, de tal forma que una vez muerto nuestro cuerpo, dicha alma saliera volando o flotando, permitiéndonos la experiencia de ver nuestro cuerpo recostado en la cama, sala de cirugías o accidente en el cual hayamos muerto y todo lo demás. Pero no, desafortunadamente para los que creen en el alma, existe el cerebro, y es precisamente el cerebro, una de las pruebas más grandes –desde el punto de vista netamente lógico y racional- de que no es factible que exista el alma.

Creer a pesar de ello en la factibilidad del alma, además, nos llevaría necesariamente a hacernos preguntas mucho más complicadas, por ejemplo, una persona que tiene una copia extra de su cromosoma 21, genera en ese individuo una afectación conocida como Síndrome de Down. Esa afectación netamente física no debiera afectar el alma, ¿o si? Si el alma queda intacta, entonces una vez muerta dicha persona, ¿su alma permanecerá con las mismas discapacidades cognitivas propias de su afectación por toda la eternidad?, o incluso ¿nos atreveríamos a asegurar que esa persona carece de alma? Desde el punto de vista médico y genético la explicación es muy clara, pero desde el punto de vista del alma ¿cómo explicar que la suerte del alma esté tan directamente atada a un microscópico cromosoma? Otra interesante pregunta es ¿cuándo se desarrolla el alma en el cuerpo?, ¿Al mismo tiempo que el cerebro o antes o después?, ¿Qué pasa con el alma de un feto cuando muere antes de nacer o de un bebé que muere apenas ha nacido? Claro que siempre podemos contestar que todo ello está fuera de nuestro limitado entendimiento humano y que no debemos -ni siquiera intentar- responderlo, pero me parece desafortunado pensar así, porque para mi la razón se usa o no se usa, y punto. No creo que deba usarse para unas cosas si y para otras no. Efectivamente podremos nunca encontrar una respuesta tangible y demostrable pero, al menos, tendremos la satisfacción de haberla buscado con el mayor rigor científico y razonable posible. 

Un ejemplo final: Una computadora moderna funciona –con todas las proporciones guardadas- de forma similar a un cerebro. Para su funcionamiento está dividida –al igual que el cerebro- en partes con actividades muy específicas, como un procesador, la memoria RAM y su Disco Duro, además del software que la hace realmente útil. Sin embargo, qué pensaríamos si alguien nos dijera que además de todo lo anterior, nuestra computadora tiene integrado un respaldo invisible que la puede hacer seguir funcionando si es destruida totalmente, solo bastaría encontrarle “otro recipiente” (o resucitar el destruido). Lo lógico sería pensar que es una locura, ¿no es así? Y no digo que sea locura por imposible, por lo que suele creerse para Dios no hay imposibles y, por otro lado, la ciencia ha logrado superar muchísimas cosas que en una determinada época se concibieron como imposibles. Así que no sería locura pensar que la ciencia pudiera crear una computadora que funcionara con componentes virtualmente invisibles equivalentes a un “alma”, lo que sí me parece una locura es que una vez desarrollada dicha tecnología, se siguieran utilizando además (y de manera simultánea) los (para ese entonces) anacrónicos componentes físicos y tangibles que actualmente se utilizan para que funcione una computadora. En otras palabras, si Dios nos hizo con un alma inmortal capaz de pensar, razonar, percibir y retener información, ¿para qué ponernos un órgano mortal (y muy inferior) como el cerebro y que además repite prácticamente todas las funciones de aquélla?

Si hacemos un análisis lógico de la situación y si además consideramos factible la teoría de la evolución, está más que claro que ello sería un absurdo, ya que la selección natural elimina gradualmente todo órgano o práctica inútil, y no tendría ninguna razón de ser la existencia de dos órganos (visibles o no) que hicieran exactamente las mismas funciones, sobre todo tratándose del órgano más sofisticado que se conoce (y que más recursos nos demanda) como es el cerebro humano. Desde el punto de vista creacionista, ¿para qué diseñar a todos los animales con cerebros que funcionan bajo los mismos principios y formados con los mismos materiales, y al ser humano ponerle, además, un alma que duplica todas las funciones del cerebro? Sencillamente no suena ni factible ni tampoco el producto de un diseño muy inteligente.


[1] El hecho que existan personas que aseguren haberse visto recostados en la sala de cirugías y luego ver un túnel oscuro y una luz blanca al final, no me parece una prueba tangible de que exista el alma, porque también es bastante probable que lo hayan soñado o imaginado, por ejemplo.
[2] “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó.” Gn, 1:27)

Verdades Plurinominales

Existe en México una fuerte campaña comandada por un reconocido periodista para desaparecer a los "Pluris" en alusión a los legisladores de carácter plurinominal o de representación proporcional. Sin embargo, estoy seguro que pocos de los que exigen su desaparición entienden realmente los efectos de la misma, y también estoy seguro que si se atendiera a su petición de eliminarlos, al siguiente año empezarían a pedir la reducción para que solo hubiera la mitad de distritos, y así hasta llegar al absurdo de exigir solo haya uno o dos diputados por entidad federativa y ningún senador. En ese sentido, quisiera retomar el tema para dar mi punto de vista tratando de liberarlo, lo más posible, de prejuicios personales contra ciertos legisladores en concreto.

Primeramente debo señalar que en las democracias modernas existen 3 tipos principales de sistemas electorales para la elección de los representantes populares, a saber:
  1. El “principio de mayoría”, de origen inglés, que consiste en asignar cada uno de los escaños a repartir entre los candidatos que hayan obtenido la mayor cantidad de votos en cada una de las divisiones territoriales previamente establecidas (distritos electorales).  Dentro de este sistema hay varios sub-sistemas o modalidades, como la uninominal o la plurinominal; de mayoría absoluta, relativa o calificada; y de una o dos vueltas.
  2. El “principio de representación proporcional”, de origen danés, que consiste en asignar un porcentaje de escaños a cada partido político de manera proporcional con el porcentaje de votos obtenidos en la elección. Existen varias modalidades, como la pura o la aproximada; la del “voto único transferible”, la del “voto transferible por acumulación”, la del “resto más elevado”, la de la “media más elevada”, el sistema de Hondt, el sistema de Saint-Lague y el sistema de Hagenbach-Bischot.
  3. El “sistema mixto”, que es aquel en el cual se aplican ambos principios, el de mayoría y el de representación proporcional, en mayor o menor medida, en distintas formas, bajo diferentes fórmulas y proporciones. Con el sistema mixto funcionan actualmente la mayoría de las democracias modernas, incluida la mexicana.
Concretamente en México, desde hace muchos años, se cuestiona en el debate público la utilidad de “los diputados plurinominales”, introducidos en la Reforma Política de 1977 en nuestro país. Sin embargo, creo que el debate se encuentra viciado de origen, porque está centrado principalmente en la animadversión colectiva a estos legisladores y a los partidos políticos. Consecuentemente, considero que el sistema político de “representación proporcional” y su producto, los diputados plurinominales, se han convertido en el “chivo expiatorio” de un malestar social en contra de la mala imagen de los legisladores en lo general, y de los electos bajo este principio, en lo particular.

Sin embargo, sacrificar a este “chivo” sin profundizar en su estudio, puede llegar a ser peligroso para nuestra democracia, que si bien parece haber ya madurado un poco, considero que todavía no puede valerse por sí misma sin contrapesos importantes, como lo es el sistema de “representación proporcional”.

Antes de seguir quiero aclarar que coincido plenamente en tres razones o argumentos con aquellas personas que quieren ver desaparecidos a los diputados plurinominales:
  1. Coincido que el sistema de representación proporcional actual, basado en listas cerradas por circunscripciones enormes (de hasta 9 estados) hacen que, efectivamente, los diputados plurinominales no acaben representando directamente a nadie (al menos no un sector concreto de el pueblo).
  2. Coincido que la gente debiera tener mayor control sobre las personas que ocuparán escaños en el Poder Legislativo y que el sistema actual permite que casi la mitad de la Cámara de Diputados esté fuera de ese control. (Por ejemplo, algún partido político pudiera incluir a un personaje sumamente impopular en el primer lugar de su lista, y su nombre no aparecería en ninguna boleta electoral, pero tendría su lugar asegurado como “representante popular”).
  3. Coincido que los partidos políticos tienen demasiado poder en nuestra democracia, y el sistema actual de representación proporcional contenido en la Constitución (entre otras cosas) sirve para controlar a los legisladores y para fortalecer a los partidos frente a los ciudadanos y frente a los otros poderes del Estado.
Sin embargo, no creo que por ello se deba abandonar absolutamente el sistema de representación proporcional, porque ello, lejos de devolverle mayor poder al pueblo pudiera regresarle todo el poder a un solo partido político, lo cual me parece negativo sin importar cuál sea el partido.

Uno de los principales argumentos que he escuchado para eliminar a los diputados plurinominales es que “la gente no votó por ellos”, y ciertamente no se votaron de manera directa, pero la gente sí votó por posturas ideológicas y por partidos políticos que considero deben de estar representados en el Poder Legislativo bajo una proporción cercana a la de la votación. Lo contrario generaría, desde mi punto de vista, escenarios muy perniciosos para nuestro sistema democrático.

Dicen que para muestra basta un botón, así que propongo un ejemplo real para entender lo importante que es la representación proporcional, el de la elección local del año 2006 en el Estado de Jalisco, que se encuentra dividido en 20 distritos electorales.
En cifras aproximadas el PAN obtuvo en todo el Estado alrededor de 1,250,000 votos, el PRI obtuvo 950,000 votos, el PRD/PT 295,000 votos y el PV 100,000 votos. Esto traducido en porcentajes equivale a PAN (45%), PRI (34%), PRD (10%) y PV (3.5%). Hasta aquí parece una elección pareja, en la que si bien el PAN ganó, no lo hizo por mayoría absoluta y además, entre los tres partidos que le siguieron lo superaron en cantidad de votos recibidos.

Sin embargo, el PAN se impuso, por márgenes no muy altos claro, pero al fin de cuentas se impuso en 19 de los 20 distritos electorales. Sin la existencia de la representación proporcional esto hubiera significado que en el Congreso de Jalisco, y con un gobernador del PAN, hubiera habido 19 diputados del PAN y 1 diputado del PRI. En un sistema de mayoría relativa puro, ello significa que haber obtenido el 45% de la votación le hubiera alcanzado al PAN para obtener el 95% de la representación popular y tener completo y absoluto poder sobre todas las decisiones y reformas, incluyendo desde luego aquellas en que la Constitución exige mayoría calificada, para mayor legitimidad política.

Pero al ser Jalisco un sistema exactamente mixto, en donde la mitad de los diputados se eligen por mayoría relativa y la otra mitad son plurinominales, la composición final del Congreso del Estado para la LVIII Legislatura fue con 20 diputados del PAN, y 20 diputados de todos los demás partidos políticos. Es decir, ni siquiera alcanzó el PAN la mayoría en ese Congreso, ya que al haber obtenido el 45% de los votos, tuvo una representación del 50% de los diputados. ¿Acaso no es así mucho más justo?

Así las cosas, creo que la solución real está en eliminar las listas cerradas o abiertas, y optar por un sistema de representación proporcional que defina a los legisladores plurinominales única y exclusivamente mediante el sistema conocido como “repechaje”. Esto quiere decir, que una vez que se determinen cuantos escaños corresponden a cada partido producto de este sistema, los legisladores sean asignados con el criterio de “mejores perdedores” en orden rigurosamente consecutivo y proporcional al porcentaje de votación con el cual perdieron su distrito.

De esa manera, aunque no se garantizaría de manera directa una “representación pura” en la Cámara correspondiente, al menos SÍ se garantizaría que todos los diputados que integran el Poder Legislativo hayan sido efectivamente votados en las urnas, y evitaría que un solo partido pudiera tener una sobre-representación que no corresponde ni siquiera de manera cercana con los porcentajes de votación.

Además también tendría otras ventajas:
-          Garantizaría que los partidos políticos no tuvieran oportunidad de “colar” mediante listas a candidatos indeseables para la ciudadanía,
-          Les quitaría a los partidos una parte de su gran poder.
-          Les quitaría a los partidos la oportunidad de ofrecer, al menos de manera tan sencilla, espacios como pago de favores a grupos de poder (sindicatos, televisoras, gremios, etc.)

En pocas palabras, garantizaría que TODOS y cada uno de los 500 diputados hayan sido votados de manera personal y directa en las urnas, mediante una moderadamente justa composición porcentual del Poder Legislativo.

Desgraciadamente, el sistema de “repechaje”, como perjudica el poder de los partidos y sus dirigencias, se ha ido eliminando incluso de estados como Jalisco en que tradicionalmente el 50% de los diputados plurinominales entraban mediante esta fórmula y la otra mitad por listas. Ahora cerca del 75% entra por listas y solamente el 25% por el sistema de “repechaje” o “mejores perdedores”, y seguramente los partidos pronto obligarán a los diputados a que lo desaparezcan totalmente.

Finalmente, creo que tanto en el tema de los plurinominales como en muchos otros temas políticos, a la sociedad en general le falta mucha información técnica y más objetiva sobre los mismos. Creo que existe mucho desconocimiento y se suele juzgar como verdadero lo que la mayoría opina, o lo que un líder de opinión exige. El "espíritu de linchamiento" suele ser tan grande en contra de los políticos (y muchas veces con justificada razón) que se abanderan propuestas que en el fondo pudieran ser más peligrosas que aquello que buscan cambiar, y que vuelven a sentar las bases para regímenes autoritarios o antidemocráticos. Estoy convencido que hace falta más educación democrática en la ciudadanía, más acercamiento de las autoridades electorales a los ciudadanos, más y mejores campañas que detecten este tipo de campañas y puedan defender la democracia a tiempo, impidiendo la desinformación y el linchamiento con fines nobles pero anti-democráticos.