Primeramente debo señalar que en las democracias modernas existen 3 tipos principales de sistemas electorales para la elección de los representantes populares, a saber:
- El “principio de mayoría”, de origen inglés, que consiste en asignar cada uno de los escaños a repartir entre los candidatos que hayan obtenido la mayor cantidad de votos en cada una de las divisiones territoriales previamente establecidas (distritos electorales). Dentro de este sistema hay varios sub-sistemas o modalidades, como la uninominal o la plurinominal; de mayoría absoluta, relativa o calificada; y de una o dos vueltas.
- El “principio de representación proporcional”, de origen danés, que consiste en asignar un porcentaje de escaños a cada partido político de manera proporcional con el porcentaje de votos obtenidos en la elección. Existen varias modalidades, como la pura o la aproximada; la del “voto único transferible”, la del “voto transferible por acumulación”, la del “resto más elevado”, la de la “media más elevada”, el sistema de Hondt, el sistema de Saint-Lague y el sistema de Hagenbach-Bischot.
- El “sistema mixto”, que es aquel en el cual se aplican ambos principios, el de mayoría y el de representación proporcional, en mayor o menor medida, en distintas formas, bajo diferentes fórmulas y proporciones. Con el sistema mixto funcionan actualmente la mayoría de las democracias modernas, incluida la mexicana.
Concretamente en México, desde hace muchos años, se cuestiona en el debate público la utilidad de “los diputados plurinominales”, introducidos en la Reforma Política de 1977 en nuestro país. Sin embargo, creo que el debate se encuentra viciado de origen, porque está centrado principalmente en la animadversión colectiva a estos legisladores y a los partidos políticos. Consecuentemente, considero que el sistema político de “representación proporcional” y su producto, los diputados plurinominales, se han convertido en el “chivo expiatorio” de un malestar social en contra de la mala imagen de los legisladores en lo general, y de los electos bajo este principio, en lo particular.
Sin embargo, sacrificar a este “chivo” sin profundizar en su estudio, puede llegar a ser peligroso para nuestra democracia, que si bien parece haber ya madurado un poco, considero que todavía no puede valerse por sí misma sin contrapesos importantes, como lo es el sistema de “representación proporcional”.
Antes de seguir quiero aclarar que coincido plenamente en tres razones o argumentos con aquellas personas que quieren ver desaparecidos a los diputados plurinominales:
- Coincido que el sistema de representación proporcional actual, basado en listas cerradas por circunscripciones enormes (de hasta 9 estados) hacen que, efectivamente, los diputados plurinominales no acaben representando directamente a nadie (al menos no un sector concreto de el pueblo).
- Coincido que la gente debiera tener mayor control sobre las personas que ocuparán escaños en el Poder Legislativo y que el sistema actual permite que casi la mitad de la Cámara de Diputados esté fuera de ese control. (Por ejemplo, algún partido político pudiera incluir a un personaje sumamente impopular en el primer lugar de su lista, y su nombre no aparecería en ninguna boleta electoral, pero tendría su lugar asegurado como “representante popular”).
- Coincido que los partidos políticos tienen demasiado poder en nuestra democracia, y el sistema actual de representación proporcional contenido en la Constitución (entre otras cosas) sirve para controlar a los legisladores y para fortalecer a los partidos frente a los ciudadanos y frente a los otros poderes del Estado.
Sin embargo, no creo que por ello se deba abandonar absolutamente el sistema de representación proporcional, porque ello, lejos de devolverle mayor poder al pueblo pudiera regresarle todo el poder a un solo partido político, lo cual me parece negativo sin importar cuál sea el partido.
Uno de los principales argumentos que he escuchado para eliminar a los diputados plurinominales es que “la gente no votó por ellos”, y ciertamente no se votaron de manera directa, pero la gente sí votó por posturas ideológicas y por partidos políticos que considero deben de estar representados en el Poder Legislativo bajo una proporción cercana a la de la votación. Lo contrario generaría, desde mi punto de vista, escenarios muy perniciosos para nuestro sistema democrático.
Dicen que para muestra basta un botón, así que propongo un ejemplo real para entender lo importante que es la representación proporcional, el de la elección local del año 2006 en el Estado de Jalisco, que se encuentra dividido en 20 distritos electorales.
En cifras aproximadas el PAN obtuvo en todo el Estado alrededor de 1,250,000 votos, el PRI obtuvo 950,000 votos, el PRD/PT 295,000 votos y el PV 100,000 votos. Esto traducido en porcentajes equivale a PAN (45%), PRI (34%), PRD (10%) y PV (3.5%). Hasta aquí parece una elección pareja, en la que si bien el PAN ganó, no lo hizo por mayoría absoluta y además, entre los tres partidos que le siguieron lo superaron en cantidad de votos recibidos.
Sin embargo, el PAN se impuso, por márgenes no muy altos claro, pero al fin de cuentas se impuso en 19 de los 20 distritos electorales. Sin la existencia de la representación proporcional esto hubiera significado que en el Congreso de Jalisco, y con un gobernador del PAN, hubiera habido 19 diputados del PAN y 1 diputado del PRI. En un sistema de mayoría relativa puro, ello significa que haber obtenido el 45% de la votación le hubiera alcanzado al PAN para obtener el 95% de la representación popular y tener completo y absoluto poder sobre todas las decisiones y reformas, incluyendo desde luego aquellas en que la Constitución exige mayoría calificada, para mayor legitimidad política.
Pero al ser Jalisco un sistema exactamente mixto, en donde la mitad de los diputados se eligen por mayoría relativa y la otra mitad son plurinominales, la composición final del Congreso del Estado para la LVIII Legislatura fue con 20 diputados del PAN, y 20 diputados de todos los demás partidos políticos. Es decir, ni siquiera alcanzó el PAN la mayoría en ese Congreso, ya que al haber obtenido el 45% de los votos, tuvo una representación del 50% de los diputados. ¿Acaso no es así mucho más justo?
Así las cosas, creo que la solución real está en eliminar las listas cerradas o abiertas, y optar por un sistema de representación proporcional que defina a los legisladores plurinominales única y exclusivamente mediante el sistema conocido como “repechaje”. Esto quiere decir, que una vez que se determinen cuantos escaños corresponden a cada partido producto de este sistema, los legisladores sean asignados con el criterio de “mejores perdedores” en orden rigurosamente consecutivo y proporcional al porcentaje de votación con el cual perdieron su distrito.
De esa manera, aunque no se garantizaría de manera directa una “representación pura” en la Cámara correspondiente, al menos SÍ se garantizaría que todos los diputados que integran el Poder Legislativo hayan sido efectivamente votados en las urnas, y evitaría que un solo partido pudiera tener una sobre-representación que no corresponde ni siquiera de manera cercana con los porcentajes de votación.
Además también tendría otras ventajas:
- Garantizaría que los partidos políticos no tuvieran oportunidad de “colar” mediante listas a candidatos indeseables para la ciudadanía,
- Les quitaría a los partidos una parte de su gran poder.
- Les quitaría a los partidos la oportunidad de ofrecer, al menos de manera tan sencilla, espacios como pago de favores a grupos de poder (sindicatos, televisoras, gremios, etc.)
En pocas palabras, garantizaría que TODOS y cada uno de los 500 diputados hayan sido votados de manera personal y directa en las urnas, mediante una moderadamente justa composición porcentual del Poder Legislativo.
Desgraciadamente, el sistema de “repechaje”, como perjudica el poder de los partidos y sus dirigencias, se ha ido eliminando incluso de estados como Jalisco en que tradicionalmente el 50% de los diputados plurinominales entraban mediante esta fórmula y la otra mitad por listas. Ahora cerca del 75% entra por listas y solamente el 25% por el sistema de “repechaje” o “mejores perdedores”, y seguramente los partidos pronto obligarán a los diputados a que lo desaparezcan totalmente.
Finalmente, creo que tanto en el tema de los plurinominales como en muchos otros temas políticos, a la sociedad en general le falta mucha información técnica y más objetiva sobre los mismos. Creo que existe mucho desconocimiento y se suele juzgar como verdadero lo que la mayoría opina, o lo que un líder de opinión exige. El "espíritu de linchamiento" suele ser tan grande en contra de los políticos (y muchas veces con justificada razón) que se abanderan propuestas que en el fondo pudieran ser más peligrosas que aquello que buscan cambiar, y que vuelven a sentar las bases para regímenes autoritarios o antidemocráticos. Estoy convencido que hace falta más educación democrática en la ciudadanía, más acercamiento de las autoridades electorales a los ciudadanos, más y mejores campañas que detecten este tipo de campañas y puedan defender la democracia a tiempo, impidiendo la desinformación y el linchamiento con fines nobles pero anti-democráticos.
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