Sugerencia previa
Antes de leer este
ensayo, me gustaría que el lector tomara un lápiz y papel, y escribiera su
definición personal de “Libertad”…
Gracias.
Introducción
La Libertad ha
existido en la Tierra básicamente desde que existen seres vivos en ella. La
evolución de la vida en el Planeta no pudo darse sin ese ingrediente llamado
Libertad, que es el causante de que actualmente existan tantos seres vivos en
este planeta, desde las microscópicas bacterias y virus hasta las grandes
ballenas, todos somos producto de una evolución de miles de millones de años
que no pudo darse fuera de un contexto de Libertad.
El principio de la
selección natural de las especies, en el fondo obedece a un principio de
libertad de decisión que prácticamente cada ser vivo ha debido ejercer en un
momento determinado de su vida. Quizá cueste trabajo creerlo, pero de otra
forma no pudiera explicarse la configuración actual de la vida y del mundo viviente,
incluido dentro de él, el ser humano. Como ejemplo, existen especies de aves de
configuración social monógama[1]
-como la humana-, en las que algunos de sus miembros deciden correr el riesgo
de buscar relaciones sexuales “extramaritales”
clandestinas con parejas distintas a la suya, mientras la mayoría de sus
miembros simplemente deciden ser fieles a su pareja.
En lo que respecta a la
historia del ser humano, recientemente
(hace alrededor de unos 10 millones de años), un grupo de primates -ante la disminución
de bosques (su hábitat natural), el aumento de su población y la escases que
ello representaba para los de su especie- tomó la decisión de descender a
buscar sobrevivir en tierra firme, en virtud de que las otras opciones eran buscar
eliminar a otros de su especie para ocupar su territorio o la muerte. Quizá
hubo muchos otros primates que, ante la situación, decidieron aferrarse a un
estilo de vida insostenible y perecieron por su testarudez, fallando además en
la vital y trascendental tarea de transmitir sus genes. Otros quizá se lanzaron
a luchar por un espacio de bosque, separándose así para siempre de nuestra
línea evolutiva.
Aquellos que tomaron
libremente la decisión de buscar adaptarse al desconocido mundo de la tierra
firme, tuvieron que tomar después –en un contexto de libertad- muchas otras
decisiones, cada una de las cuales fue llevándolos hacia nuevos senderos
evolutivos. En el camino, se ramificaron diversas especies de homos, todas ellas más o menos exitosas
hasta que llegaba el momento en que se enfrentaban contra circunstancias muy
difíciles de superar y tuvieron que adaptarse (evolucionar) o bien, extinguirse
para siempre.
¿Cuántas decisiones
libremente tomadas por nuestros antecesores en los últimos diez millones de
años permitieron nuestra exitosa expansión en el Planeta? Imposible saberlo,
pero lo que sí sabemos es que fueron decisiones -al menos ligeramente-
correctas, pues de lo contrario ningún humano existiríamos.
Para entender la
importancia de esto, cada ser humano podemos hacer una analogía sobre nuestra
propia existencia, sin ni siquiera tener que ir millones de años atrás.
Personalmente, basta con ir unas cuantas décadas atrás, al día en que mi madre
conoció a mi padre, y libremente optó por darle su nombre y su teléfono o dirección,
quizás. Ella pudo después de meditarlo un poco y en perfecto ejercicio de su
libertad, ignorar a mi padre, con lo cual, ya no existiría.
Lo mismo pasó con
todos mis antepasados. Cada uno de ellos tomó libremente una decisión que, de
no haber tomado, habría significado mi no-nacimiento. Mi existencia (y la de
cualquiera) fue tan causal (y quizá casual), que si cualquiera de mis 256 tatatatatatarabuelos(as)
hubiera cambiado de parecer respecto a la pareja con la cual reproducirse, yo
no existiría. No niego que es probable que alguna de mis 128 tatatatatatarabuelas
no tomara libremente la decisión de con quien casarse; quizás su familia la
obligó a casarse con alguno de mis 128 tatatatatarabuelos allá por el año de
1820. En ese caso, egoístamente hablando, debo estar muy agradecido con su
padre o su madre (es decir, uno de mis 512
tatatatatatarabuelos(as)) por haberla orillado a reproducirse con quine
lo hizo. Aún así, esa hipotética mujer, tomó libremente decisiones que me
permitieron existir, como no suicidarse, escapar o cuidar de sus hijos(as).
Las razones de mi
existencia no se pueden explicar simplemente con la revisión de mi árbol
genealógico, puesto que dentro de cada caso concreto la libertad de decisión de
alguna persona que me antecedió directa o indirectamente, influyó para que yo
existiera. Quizá a mi abuela alguna mujer la salvó de morir cuando era niña,
alimentándola y cuidándola sin necesidad de hacerlo. La decisión que esa
persona tomó libremente fue una de las cientos de millones de decisiones
libremente tomadas a las cuales debo mi existencia.
Con la humanidad es
exactamente lo mismo, somos una especie bastante novel en el Planeta, que
apareció en él debido a cientos de millones de decisiones que libremente
tomaron las especies que nos antecedieron. Aplicando analógicamente el
hipotético ejemplo que hice sobre mi persona, con el homo sapiens como especie pasa lo mismo. Así como yo tengo padres,
abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, también el ser humano como especie los
tiene, y si alguno de esas especies hubiera tomado libremente un rumbo
diferente a la que en un momento determinado tomó (como no descender de los
árboles nunca), ninguno de los 6,500 millones de seres humanos existiríamos en
la Tierra.
La Libertad es tan
grande e importante como la vida y, en términos terráqueos, su existencia es
prácticamente tan antigua como la vida misma. Pretender que la Libertad es producto
de la racionalidad humana y pensar que ningún ser vivo más que el ser humano es
capaz de tomar decisiones libremente, es una interpretación egocéntrica,
arrogante y desinformada de la libertad. La persona que atribuye todo acto
animal al instinto, quizá olvida su propia esencia.
Así como la Libertad
nos ha llevado a ser tan exitosos como especie, con una serie de malas
decisiones, podríamos terminar muy mal. Muchos grupos de seres humanos, como
los habitantes de la Isla de Pascua, tomaron libremente decisiones que los
llevaron a extinguirse como cultura y
prácticamente extinguirse del todo, pues su población descendió de 30,000
habitantes a tan solo 2,000 en un par de siglos.[2]
Esto representa una disminución del 93.5% en un periodo breve de tiempo.[3]
Las elecciones que
día a día hacemos como seres humanos, como seres vivos, afecta de manera
incalculable el rumbo de las cosas. Todos los días se nos presentan cientos de
decisiones y aunque muchas lleguen a ser intrascendentes, muchas otras que lo
parecen, en realidad no lo son. La Libertad, como lo dijo Montesquieu, es un
ejercicio que implica una gran responsabilidad. Gracias a ella los seres
humanos hemos tenido un gran éxito como especie y también producto de ella,
muchas especies igualmente exitosas en su momento, se han extinguido ya del
Planeta.
Cabe aquí mencionar
un ejemplo que recurrentemente utilizan los antiabortistas: el de Emilia Kaczorowska,
madre del finado Karol Józef Wojtyla. Dadas
las circunstancias que la rodeaban a ella en lo personal, y al mundo de la
postguerra, en lo general, allá por el año 1919, ella tuvo la libertad de abortar. Se dice que
a pesar de la fuerte presión que se le presentó, ella tomó libremente una
valiente decisión: dar a luz a su segundo hijo, quien a la postre llegaría a
ser nombrado Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, etc. Creo que más allá del
contexto antiabortista en que este ejemplo es utilizado, y de que uno pueda ser
católico o no, es innegable el impacto que una persona como Juan Pablo II tuvo
en el mundo moderno, y la importancia para la humanidad que tuvo una decisión
libremente tomada por su madre en un momento determinado.
Así las cosas, estoy
convencido de que cada decisión que libremente tomamos, tiene muchísimo mayor
impacto en el destino del Planeta y de la especie de lo que quizás nunca hemos
imaginado, estemos o no consientes de ello. Cada una de las decisiones que
libremente tomemos, influirán en un momento determinado para preservarnos como
especie, evolucionar o extinguirnos definitivamente.
La Libertad Humana
Una de las mayores
aspiraciones del ser humano, a lo largo de nuestra historia, ha sido la Libertad.
Estoy seguro de que hace más de 500,000 años, mucho antes de que se inventara la
palabra escrita, los primeros humanos en la Tierra valoraban tanto como lo
hacemos ahora nosotros, el ideal de Libertad, incluso sin poder definirlo[4].
Así las cosas, desde que nacimos como especie y desde que nacemos como personas,
estamos instintivamente en busca de Libertad.
Hace apenas alrededor
de 5,000 años, los sumerios representaron de manera escrita, por primera vez en
la historia conocida, la palabra “libertad”. Del ama-gi [5] sumerio vale destacar que llegó a la
humanidad prácticamente tan pronto como llegó la lengua escrita. No es de
sorprender que palabras que se utilizan para nombrar a las “cosas” hayan sido
pioneras, pero sí es de sorprender que la palabra “libertad” utilizada para
definir una idea tan abstracta este presente desde el nacimiento de la lengua
escrita, lo cual prueba su innata importancia.
Cuando nacemos, en
nuestros primeros meses de vida, queremos ser libres del dolor, del hambre y
del sufrimiento; instintivamente buscamos libertad de decidir a qué hora comer o
a qué hora dormir. Aprendemos (o instintivamente lo sabemos) que la única forma
efectiva de hacer valer esas libertades es a través del llanto. Si tenemos
frío, hambre, dolor, sueño o miedo, automáticamente lloramos. Así, poco a poco
vamos aprendiendo que la Libertad no es automática, hay que luchar por ella.
Después, cuando
aprendemos a caminar, hablar y a comer solos, queremos ser libres de hacerlo
cuando y como nos plazca. No creo que sea coincidencia que una de las primeras
palabras que aprendemos a decir, es “no”. Esa palabra tiene que ver mucho con
la libertad, puesto que nuestros padres la emplean constantemente para
señalarnos las tantas cosas que tenemos prohibido hacer. Con esa palabra
relacionamos las primeras restricciones concretas a nuestra libertad, y con esa
misma palabra, empezamos a defender verbalmente nuestra libertad. Para una
madre debe ser muy difícil asimilar la primera vez[6]
que la palabra “¡No!” sigue a una orden directa como: “¡Sofía, tómate tu biberón!”.
Pero para ese pequeño ser humano, se trata de una nueva arma concreta para
defender su Libertad. A esa edad, las otras dos armas serían el llanto, como ya
dijimos, y la simple desobediencia.
En nuestros primeros
años de escuela, empezamos a descubrir mayores libertades, y empezamos a
descubrir las consecuencias de ellas. También empezamos a buscar la libertad en
diferentes formas. Nos gusta empezar a ejercer la libertad de escoger lo que
compraremos en la tiendita escolar. Empezamos a ejercer la libertad de decidir
con quien socializamos en el recreo y a quien evitamos. Por las tardes debemos
decidir con cierta libertad si hacemos nuestras tareas con dedicación y esmero
o si las hacemos rápido para pasar a otra actividad. También decidimos si en
las tardes libres vemos una caricatura o salimos a jugar con los vecinos, por
ejemplo.
En la pubertad y
adolescencia el instinto de libertad florece al máximo. Queremos y exigimos más
libertades sin siquiera entender las consecuencias de su ejercicio. Queremos la
libertad de poder seleccionar y comprar nuestra ropa, queremos la libertad de
decidir qué les platicamos a nuestros padres y qué no, queremos la libertad de
ir a fiestas de noche, queremos la libertad de tener nuestra propia habitación
o espacio. Queremos automóvil. Queremos dinero. etc.
El punto es que,
desde que nacemos y conforme vamos creciendo, vamos experimentando el
permanente conflicto entre lo que queremos hacer, lo que podemos hacer y lo que
no debemos hacer. Quizá en nuestros primeros años nos sea particularmente
difícil entender por qué no podemos hacer lo que queremos. ¿Por qué no puedo
jugar con este utensilio (cuchillo) que tanto me gusta?, ¿Por qué no puedo
comer estas golosinas tan sabrosas?, ¿Por qué no puedo hacer dibujos en las
paredes de mi casa? Obviamente a los 18 meses de vida no se pueden estructurar
preguntas como las de este ejemplo, pero sin duda se realizan de manera
abstracta en la cabeza de cada niño y esas prohibiciones empiezan a dejar una
marca indeleble en la vida de cada persona sobre la necesidad y la importancia de
la Libertad… de su Libertad.
Por eso, muchas
madres se molestan tanto cuando quien les cuida a sus hijos les permite hacer o
comer cosas que están prohibidas por ella, porque se confunde a su hijo
respecto a lo que es libre de hacer y comer de lo que no es. Viceversa, si nos
encargan a un hijo que no es nuestro, será muy difícil para él asimilar que en
nuestra casa no se puede brincar en los sillones de la sala, ya que sus padres
siempre se lo han permitido, y para él es una libertad adquirida.
Empero, mientras
vamos aprendiendo qué somos libres de hacer y qué no somos libres de hacer, de
manera simultánea –y casi perversa- vamos aprendiendo algunos “trucos” para
aumentar nuestras libertades o abusar de ellas. El primer y más típico ejemplo,
es el del niño que desde sus primeros meses de vida descubre que llorando
recibe excesiva atención. Eso lo hace caer en la tentación de llorar no para
defender sus libertades básicas, sino única y exclusivamente para que lo
carguen en brazos, donde se siente más cómodo que en la cama o en su cuna. No
tiene una necesidad concreta y latente como hambre, frío, miedo, dolor o
malestar alguno, simplemente tiene ganas de que alguien lo cargue y descubrió
lo fácil que es lograrlo a través del llanto. Abusa de su libertad a través de
un medio originalmente concebido para otro fin. Claro que es un ejemplo un poco
exagerado, pero cualquier padre debe saber que uno de los peores errores que
puede cometer es abrazar excesivamente, y ante cualquier pequeño llanto, a su
bebé.
Desde ese momento en
delante, en todas las etapas de nuestra vida, tenemos el permanente conflicto
sobre cómo y cuándo ejercer nuestra libertades, y si abusamos o no abusamos de
ellas. Y casi puedo asegurar que todos hemos abusado, alguna vez en nuestra
vida, de las libertades que nos son concedidas. Algunas veces de manera velada
y esporádica, algunas otras de manera más descarada y recurrente. Algunas veces
con dudas sobre si realmente estábamos abusando de nuestra libertad o no y
algunas otras veces plenamente conscientes de que estábamos abusando de ella.
En ese sentido, mi
hipótesis sobre la “Libertad Humana” es que como ser vivo que es, en lo
general, y como especie en lo particular, el homo sapiens valora mucho la Libertad e instintivamente se
encuentra buscándola, defendiéndola y luchando por ella. Sin embargo, también
instintivamente el ser humano tiende a buscar ampliar sus libertades, lo que
muchas veces se traduce en una inclinación hacia el abuso de las libertades con
las que cuenta. Este instinto a buscar mayor Libertad, incluso (o
necesariamente) a costa de la Libertad de otros seres humanos, se agrava, o al
menos es más notorio, en el ser humano poderoso o gobernante, quien tiene la
constante tentación de restringir las libertades de aquellos a quienes domina o
gobierna. Todo ello genera un permanente conflicto en cada ser humano, en lo
particular, y en cada sociedad, en lo general, sobre lo que se debe o no se
debe hacer. Este conflicto no es privativo de nuestra especie, pero nuestro
gran cerebro ha hecho de él todo un laberinto de posibilidades difíciles de
estudiar y de entender. En todo ello abundaremos en su momento.
Entendiendo La Libertad
El problema para
entender la Libertad radica en que dicho término representa una idea, no una
cosa. Tratar de comprender y definir Libertad es tan difícil como tratar de
definir amor, justicia, paz o belleza, pues definitivamente son
conceptos sumamente subjetivos. Además, como lo veremos en el siguiente
capítulo, pienso que la Libertad es un ideal natural e instintivo. Por último,
considero que la Libertad es quizás el ideal que encierra más paradojas en él.
Así, habrá personas
que consideren que no son libres (carentes de libertad), por el simple hecho de
estar casados, mientras que para otros el matrimonio es (o fue) su “puerta a la
libertad”. Habrá muchos que se consideren esclavos por tener que trabajar
ininterrumpidamente 8 horas diarias 5 días a la semana, mientras que para otros
el tener un trabajo de 40 horas semanales es precisamente lo que les ha
permitido ser libres, etc.
Como bien lo señaló el
inglés Maurice Cranston, hablar de libertad a secas es decir mucho o no decir
nada; porque si una persona desconocida se presenta ante ti y te dice “Soy
libre”, es imposible que sepas a ciencia cierta a qué se refiere esa persona.
¿Escapó de prisión?, ¿Pagó todas sus deudas?, ¿Se divorció?, ¿Le perdonaron sus
pecados?, ¿Se sacó la lotería?, ¿Estaba paralítico y volvió a caminar? No lo
sabemos ni lo podemos deducir de una afirmación, a primera vista, tan
universal, como el decir “Soy libre”.
Al ser la Libertad
una idea (o un ideal) propio de cada persona, dos personas que objetivamente se
encuentran exactamente ante la misma situación, pueden considerarse libres o no
libres, de acuerdo a su propia concepción de Libertad y de la vida misma.
Sin embargo, las
ideas importan mucho, y una de las que más importan es la de Libertad. Si le
dices a una persona: “Tú no eres libre”, seguramente esa persona quede
sensiblemente marcada por esa opinión o al menos te exija una explicación sobre
tu dicho. Viceversa, si tu le dices a una persona “Envidio tu libertad”,
posiblemente será uno de los mejores halagos que haya recibido en su vida.
El mayor problema es
que, precisamente, por ser la Libertad un ideal y su entendimiento tan
subjetivo, cuando he debatido sobre ella y sus alcances, me he topado con el
argumento dogmático (y falaz) de: “Pues esa es mi visión sobre la Libertad, y
nadie puede quitármela ni decirme que estoy equivocado, precisamente porque es mí
opinión sobre la libertad, y soy
libre de tener esa concepción.”. Cuando se debate sobre la definición de ideas
(o ideales) es muy difícil convencer, con argumentos sólidos incluidos desde
luego, sobre la definición personal de un concepto. El problema real es que es
muy fácil caer en el error o en la falacia de argumentar que una
conceptualización es válida, por el simple hecho de ser personal, incluso sin argumentos de por medio para sustentarla.
Otra cuestión que
complica mucho su entendimiento, son las paradojas que rodean el ideal de
Libertad. La primera es respecto su definición. Casi todas las personas están
de acuerdo, en términos generales, en lo que es Libertad[7].
Sin embargo, cuando se debate sobre aplicación de libertades concretas, entonces
ya no es tan sencillo entenderla y definirla. ¿Viola mi libertad de expresión
la nueva ley? ¿Viola mi libertad de tránsito determinada disposición? La
aparente claridad del concepto desparece tan pronto surgen este tipo de
cuestiones delicadas y todo tiende a subjetivarse.
La segunda paradoja
es respecto a la permanente búsqueda de Libertad en que nos sumergimos, incluso
sin saber el fin de nuestra búsqueda, al grado de llegar al punto en que,
mientras más libertades tienes, más libertades quieres. Generalmente cuando
luchamos por una libertad, pensamos que por el simple hecho de acceder a ella
seremos libres. Empero, cuando accedemos a esa libertad tan anhelada, nos damos
cuenta muy pronto que existen otras libertades que no tenemos y que no somos
tan libres como creímos que seríamos.
La tercera paradoja
está relacionada con la felicidad. Siempre pensamos que mientras más libertad
tengamos más felices seremos, cuando no necesariamente es así e, incluso,
podría ser inversamente proporcional. Algo interesante de esta paradoja es que
la felicidad es en muchos aspectos parecida a la libertad, a saber:
- Es
una idea o un ideal.
- Es
sumamente difícil de definir.
- Es
una meta permanente.
- Es
difícil determinar si es un fin o un medio.
Así las cosas, muchas
veces -o casi siempre- el ser humano relaciona un concepto con el otro, un
ideal con el otro. Una diferencia es que lo normal es luchar por la libertad
para alcanzar la felicidad. De hecho, no recuerdo ninguna guerra en nombre de
la felicidad. Sin embargo, es posible que al obtener la libertad por la que se
luchó no se obtenga la felicidad que se pensaba relacionada a esa libertad, o
peor aún, es posible que al obtener esa libertad se pueda ser menos feliz de lo
que se era antes de tenerla.
Muchos millones de
personas han luchado e, incluso, dado la vida por obtener la libertad de elegir
a sus gobernantes (democracia)… Y ¿qué han obtenido a cambio de esa lucha en
muchas ocasiones? Gobernantes más mediocres, más corruptos y más inútiles que
los monarcas, emperadores o dictadores contra los que lucharon. Consecuencia,
mayor libertad pero menos felicidad. Así las cosas, y en el otro sentido, es
perfectamente posible (e incluso bastante probable), que restándole libertad a
la gente ésta sea más feliz. Quizá el único y verdadero reto para ello resida
en que la gente no se entere que le están restando libertades, pues el ideal de
libertad -al ser instintivo- es muy importante. Librando este obstáculo se
puede perfectamente hacer feliz a la gente quitándole libertades, por
paradójico que esta idea pueda parecer. Bendita
ignorancia, dirían algunos.
Desde el punto de
vista económico, en el mundo capitalista globalizado, el ideal (o instinto) de
libertad, contribuye a mover de manos miles de millones de dólares. Las
empresas y sus publicistas han sabido sacar buen provecho del ideal instintivo
de Libertad implícito en todo ser humano. En Estados Unidos, el despegue de las
camionetas conocidas como SUV[8]
se debió precisamente a esa doble connotación de libertad que publicitariamente
le dieron los fabricantes de autos: Por un lado, la “gran” libertad que da ese
amplio espacio interior a sus ocupantes (por ejemplo, la capacidad de
transportar una tabla de surf), y por otro lado (quizá el más importante), ofrecer
la libertad de salir de la ciudad en la SUV, y tener la libertad de poder tomar
cualquier camino o paraje rural, subir cualquier montaña, llegar a cualquier
playa o acceder a lugares recónditos, inalcanzables para un simple sedan, con
el único objeto de ser… libre.
Esa publicidad y esa
moda se exportó a muchos países, como México, e incluso se acondicionó al mercado,
utilizándose la mercadotecnia de vender la idea de libertad para productos cuya
original concepción ni siquiera es para ese fin, como lo son las camionetas
conocidas como Pick-up´s. Ahora vemos las calles de nuestras ciudades llenas de
SUV´s y de Pick-up´s, totalmente subutilizadas, gastando inútilmente gasolina y
espacio; ocupadas por un solo tripulante y con la caja de carga permanentemente
vacía. ¿Cuántas camionetas de doble tracción jamás han necesitado dicho
sistema? ¿Cuántas montañas habrán subido y cuántos ríos habrán cruzado? Me
atrevo a decir que la gran mayoría, ninguno. Pero el instinto está tranquilo…
El día que quiera podría hacerlo, eso
es lo importante, ese es el placebo que brindan estos y muchos otros cientos de
productos, que no ofrecen mayor libertad real, sino únicamente la sensación de
tenerla.
El Instinto de Libertad
Creo que la Libertad
es un ideal instintivo sumamente arraigado en todo ser humano y en todo ser
vivo[9].
Es muy difícil ir en contra de él. De ser instintos independientes, quizás no
sea tan predominante como el instinto de supervivencia -tema que analizaremos
en el siguiente capítulo- pero en el peor
de los casos, en la hipotética “olimpiada de instintos del ser humano” el
instinto de libertad quedaría en segundo lugar.
Una de las cuestiones
claves que se presentan cuando se debate sobre Libertad, es determinar si ésta
es un fin o un medio. No desconozco que para muchas sociedades, en lo general,
y para muchos seres humanos, en lo particular, la libertad ha sido un fin. Han
existido muchos hombres y mujeres en la Tierra que han nacido y muerto
esclavos, con la única aspiración real en toda su vida de ser libres. ¿Para
qué? Quizás muchos que en toda su vida anhelaron libertad o que incluso
murieron luchando por obtenerla, nunca lo supieron exactamente e incluso, también
quizás, nunca les interesó saberlo. Pero para determinar si la libertad es un
fin o un medio es necesario primero replantear la pregunta así: ¿cuál es el fin
último del ser humano? No creo que la respuesta sea “ser libre”.
Considero que el fin
primario de nuestro Instinto de Libertad es la satisfacción de necesidades. Es
difícil concebir racionalmente la lucha por una libertad concreta que no lleve
a satisfacer una necesidad específica. Volvamos al ejemplo del bebé que
instintivamente piensa “necesito ser libre del dolor” o “necesito ser libre del
hambre” y luego, llora. Defiende su libertad a sentirse bien y a comer de la
única manera que conoce. Son necesidades que están respaldadas por libertades
irrefutables[10].
En ese mismo tenor,
los humanos vamos teniendo necesidades a lo largo de nuestra vida, que se van
traduciendo en diferentes tipos de libertades (o derechos[11]).
Estas necesidades, muchas veces se pueden considerar “universales” y otras
veces son necesidades concretas de cada persona, aunque no por ello menos
valiosas.
Entre los ejemplos de
necesidades más comunes y básicas de los seres humanos, podemos mencionar las
siguientes necesidades:
- De
vivir (Libertad a la vida o instinto de supervivencia);
- De
alimentarme (libertad de trabajo, libertad de elegir mi alimento y, en el
peor de los casos, derecho a la asistencia social);
- De
dormir[12]
(libertad de sueño, nadie debe ser obligado a no dormir o a no dormir bien);
- De
reproducirme (libertad de procreación);
- De
ser libre o de no ser esclavo (Comúnmente conocida como “libertad” a secas);
- De
decir lo que pienso u opino (libertad de expresión y de opinión);
- De
publicar y difundir ideas u opiniones, propias o ajenas (libertad de
imprenta o de prensa);
- De
trabajar en lo que me gusta o plazca (libertad de trabajo);
- De
comprar o vender lo que quiera (libertad de comercio);
- De
asociarme o reunirme con otras personas para determinados fines (libertad
de asociación y libertad de reunión);
- De
conocer las leyes que me rigen a mi y a los demás, y de que éstas sean
aplicadas igual a todos (libertad a la seguridad jurídica y a no ser
discriminado);
- De
formar un sindicato, y de pertenecer o de no pertenecer a uno (libertad
sindical)
- De
ejercer mi creencia religiosa o de no tenerla (libertad de culto y
libertad religiosa);
- De
creer en lo que yo quiera o de no creer en nada (libertad de conciencia);
- De
elegir a mis gobernantes (libertad de votar);
- De
ser elegido para gobernar (libertad de ser votado);
- De
que mi gobierno me proporcione información sobre su actuar (libertad de
petición o, más recientemente bautizada como “derecho a la información”).
- De
estudiar, aprender, educar y ser educado de manera objetiva e imparcial
(libertad de enseñanza);
- De
viajar y trasladarme por donde yo quiera (libertad de tránsito)
- De
que se respete mi vida privada y de no ser molestado en mis pertenencias y
posesiones por nadie (libertad a tener una vida privada);
- De
que se me atienda médicamente cuando me enferme o accidente (libertad de
acceso a los servicios de salud o derecho a la salud);
- De
sentirme seguro y poder defenderme, en caso necesario, con algún arma
(libertad de tenencia y portación de armas de fuego);
- De
no ejercer mis libertades (libertad de decisión).
Así las cosas,
prácticamente cualquier necesidad del ser humano puede traducirse en una libertad
real y concreta o, al menos, puede traducirse en la aspiración a alguna
libertad no existente. Por ejemplo, las personas homosexuales en muchos países,
sienten la necesidad de unirse formal, legal y materialmente en matrimonio con
personas de su mismo sexo, y no son libres de hacerlo. Aspiran a una libertad
que no tienen y que necesitan, lo entiendan o no los heterosexuales.
Una desventaja del “Instinto de Libertad”
para el ser humano es que nos mantiene permanentemente inconformes,
permanentemente en búsqueda de nuevas formas de satisfacer el instinto. Durante
millones de años fue tan difícil -para los humanos y sus antecesores-
satisfacer las necesidades elementales como alimentarse o reproducirse, que
sólo un instinto verdaderamente poderoso pudo llevarnos al florecimiento como
especie. Ahora que ambos instintos son relativamente más fáciles de satisfacer
para muchos humanos, es fácil caer en la tentación de suplir el instinto con la
búsqueda de situaciones placenteras, como la ingesta de sustancias tóxicas
(alcohol, tabaco, marihuana, cocaína, etc.), deportes, sexo en variedades que
hacen que el Kama-sutra parezca libro didáctico de educación pre-escolar,
videojuegos cada vez más complejos, etc.
En todo caso, el “Instinto
de Libertad” es tan importante y su existencia tan innegable, que han sido
muchos los seres humanos en toda la historia de nuestra especie, los que prefirieron
arriesgar y, en ocasiones, perder la vida antes que perder su Libertad o sus
libertades, sometiéndose así su instinto de supervivencia a su instinto de
libertad. Por ello que creo en la existencia del instinto de libertad en el ser
humano, y que éste le sirve principalmente para buscar la satisfacción de sus
diferentes necesidades. Del reconocimiento de la existencia de este instinto
surgen tres cuestiones importantes que debemos analizar con el objeto de
entender mejor la Libertad Humana.
La primera cuestión
es relativa a delimitar el lugar que ocupa el instinto de libertad en nuestra
especie. Como lo mencioné anteriormente, considero que este instinto únicamente
rivaliza de manera directa con el de supervivencia, aunque reconozco que es
posible que forme parte de él. La larga existencia del debate sobre la
supremacía de estos dos instintos, se puede acreditar con la existencia de la
popular frase: ¡Antes muerto que esclavo!
La segunda cuestión importante
es determinar cuándo se busca legítimamente la satisfacción de una necesidad
básica a través del ejercicio de una libertad determinada, y cuando se abusa de
una libertad determinada o se ejerce una inexistente, para satisfacer
desordenada, ilegitima y/o desmedidamente alguna necesidad. Como lo he
señalado, estoy convencido que el ser humano tiene un instinto de libertad que
constantemente le compele a buscar o defender sus libertades. El problema es que pareciera que ese mismo instinto hace
que el ser humano tienda a buscar la manera de aumentar desmedidamente o abusar
de sus libertades, casi siempre en perjuicio de los demás.
La tercera cuestión
es relativa a determinar objetivamente una definición general y adecuada de
libertad. Hemos dicho que existe un instinto de libertad. Hemos dicho que ese
instinto es uno de los más importantes del ser humano y que incluso rivaliza
con el mismísimo instinto de supervivencia. Hemos dicho que el instinto de
libertad persigue la satisfacción de necesidades. Hemos dicho que el ser humano
tiene una tendencia natural de abusar de su libertad. Pero ¿cómo definir
entonces la libertad? Lo analizaremos en su momento.
Instinto de Libertad vs. Instinto de Supervivencia
Tratar de convencer a
alguien de lo importante que es suprimir su Libertad, incluso contando con
buenos argumentos, es casi como tratar de convencer a alguien de que debemos
matarlo porque ya no es provechoso para el país, por ejemplo. Consiente estoy
que ha existido y siempre existirá quien sacrifique su libertad o su vida en
pos de algo más –como el amor o la
justicia-, pero son tan escasas excepciones que no hacen otra cosa que
confirmar la regla.[13]
Creo que el Instinto
de Libertad está íntimamente ligado con el Instinto de Supervivencia, al grado
que pudiera ser uno parte o complemento del otro. Veamos, el Instinto de
Supervivencia nos dice tres (o dos) cosas básicas: Debes vivir, realizarte
(trascender) y reproducirte (trascender) antes de morir. Por su parte, el
Instinto de Libertad nos dice: Eres libre de tomar las decisiones que
consideres mejores para tu supervivencia, para tu realización como ser humano y
para tu reproducción o tu trascendencia. En ese sentido, ambos instintos están
íntimamente ligados y no es posible concebir uno sin el otro.
Si el ser humano
careciera del instinto de libertad, carecería de la facultad para tomar
decisiones. Si únicamente tuviéramos el instinto de supervivencia, seríamos
como robots que nos casaríamos y nos reproduciríamos con la primera persona del
sexo opuesto –por horrible que fuera- que se nos pusiera enfrente y no es así
como funcionamos. Si el ser humano (y cualquier especie) ha llegado a donde está
actualmente, ha sido precisamente por esa constante búsqueda del mejoramiento y
perfeccionamiento de la especie en la que todos estamos (o debiéramos estar) inmersos.
Este mejoramiento de la especie podemos conseguirlo a través de la prole, de los
inventos, de la transmisión del conocimiento y/o de las obras inanimadas que
dejemos, por ejemplo. Toda esta búsqueda del perfeccionamiento humano no es
posible fuera de un marco de Libertad.
Así las cosas, yo
considero que únicamente hay dos vías de trascender como ser humano en este
mundo y, por consecuencia, de satisfacer el instinto de supervivencia y,
quizás, el instinto de libertad también: A través de la reproducción y a través
del trabajo intelectual y material.
Quizá hoy en día,
habiendo tantos seres humanos por kilómetro cuadrado habitando el planeta, y
tantas formas de placentero esparcimiento, muchos decidan evitar el engorroso trámite de la procreación y
prefieren trascender exclusivamente a través de su trabajo y de su legado
inanimado: Con una escultura, escribiendo un libro, componiendo una canción,
pintando un cuadro, patrocinando los estudios de un niño de África o fundando
una empresa, por ejemplo.
Quizás muchos otros
decidan que, ante la escases de “materia prima” para la reproducción, y al no
haber encontrado un ser humano del sexo opuesto lo suficientemente interesante
para reproducirse, decidan renunciar a tener descendencia, antes que tenerla
con lo “único accesible”.
Muchos más quizás decidan que la trascendencia
que más les satisface la han encontrado enseñando al pueblo la palabra de Dios,
como los sacerdotes católicos, y prefieran satisfacer ese instinto ganándose la
Salvación Eterna. Quizás se pregunten, “si voy a vivir para siempre en el
Paraíso, ¿para qué tener hijos en la Tierra?[14]”
En este mundo moderno
atiborrado de gente, esas formas de renuncia son válidas (y hasta agradecidas),
pero la verdad de las cosas es que si el Mundo en este instante se llenara en
su totalidad de personas que libremente renunciaran a reproducirse, eso
significaría el fin de la especie humana. En poco más de un siglo no quedaría
vivo un solo ser humano en la Tierra para alivio de muchas especies que la
habitan, pero en perjuicio de nuestra propia especie. Personalmente no entiendo
el celibato sacerdotal, pero dudo mucho que ese sea el escenario que Jesucristo
hubiera querido para la humanidad.
Afortunadamente -para
la supervivencia de nuestra especie- todavía existen muchas otras personas que únicamente
conciben la realización y la satisfacción de este instinto a través de la
reproducción. Pero más importante aún, gracias a su instinto de libertad,
sienten la necesidad de reproducirse con la mejor contraparte posible.
Así, el instinto de supervivencia
nos hace sentir la necesidad de reproducirnos y, el instinto de libertad por su
parte, nos hace sentir la necesidad de seleccionar libremente a la mejor pareja
posible para la transmisión de nuestros genes. Eso quiere decir que sin la
existencia de este último instinto, la especie humana nunca podría mejorar (o
empeorar) ni evolucionar, ni nunca hubiera evolucionado hasta el punto actual.
Claro que habrá quien argumente que esa búsqueda de la mejor pareja posible
está implícita dentro del instinto de supervivencia, en lo cual no estoy de
acuerdo. En ese sentido, y en el mejor de los casos, podría aceptar que el instinto
de libertad es una ramificación del instinto de supervivencia, pero no podría
aceptar la total inexistencia de aquél.
De hecho, quiero
puntualizar y dejar en claro que, a pesar de que mi pleno convencimiento sobre
la existencia del instinto de libertad y de que históricamente han sido muchas
las personas que han preferido perder la vida que perder la libertad, considero
que el instinto supremo del ser humano sigue siendo el de supervivencia. Estoy
cierto de ello ya que por más hermosa, popular y drástica que sea la frase
“antes muerto que esclavo”, la verdad es que estadísticamente (y biológicamente) la supremacía la sigue teniendo
el instinto de supervivencia. Por más que a los humanos nos guste adornar la
Historia con bellas anécdotas y frases de libertad, seguimos siendo animales y
guiándonos primordialmente, como todo animal, por el instinto de supervivencia.
Aunque han sido
millones los casos de aquellos que han sacrificado su vida por la Libertad, en
realidad, de todo el universo de casos que han existido en la historia de la
especie humana, estoy seguro que dichos casos siguen siendo porcentualmente muy
pocos. Han sido menos las personas que al perder su libertad han preferido
sacrificar su vida, que las que no. No tengo, y no creo que exista, el dato
exacto, pero si no fuera así, no podría concebirse la existencia de tantas
sociedades, culturas e imperios fundados en el trabajo de los esclavos, pues
todos esos miles de millones de esclavos que han existido, hubieran buscado la
forma de morir antes de tener esa condición… y no lo hicieron. Si el ser humano
realmente prefiriera la libertad antes que la vida, los imperios y sociedades
esclavistas[15],
lejos ser tan históricamente comunes, no hubieran podido existir. A lo largo de
toda la historia hubiera habido un sin fin de “suicidios colectivos” de
esclavos, incluyendo quizás dentro del término, levantamientos en armas (o sin
armas) sin posibilidades de triunfo. Y si los ha habido, han sido lejana
minoría.
Así las cosas,
podemos válidamente afirmar que:
A. Un ser humano que prefiere
la libertad que la vida, no podría vivir un día (ni una semana ni un mes)
siendo esclavo.
B1. En la historia de
la humanidad, han existido cientos o, quizás, miles de millones de esclavos,
que han vivido muchos años, o toda su vida, siéndolo.
B2. En la historia de
la humanidad, han existido decenas o, quizás, centenares de sociedades
esclavistas.
B3. En la historia de
la humanidad, la lucha por la Libertad ha sido una constante.
Luego entonces,
C1. Los humanos
prefieren la vida que la libertad.
C2. Los humanos son
seres que pueden ser esclavizados y vivir en cautiverio.
C3. El instinto de
libertad humano existe y es fuerte.
Lo más delicado de
este silogismo es que creo que el ser humano, a semejanza del caballo y a
diferencia de la cebra, es un animal que sí puede ser “domado” o esclavizado y
no solo eso, sino que además, los antecedentes históricos nos dicen que es
propenso de serlo por los humanos que detentan el poder y control de una
sociedad.
En la importancia de
esta última reflexión abundaré más adelante. Empero, para concluir este
capítulo me permitiré hacer un breve paréntesis al margen del hilo principal
del ensayo, para señalar que estoy en desacuerdo con la frase del desaparecido
ex presidente español, Don Manuel Azaña, que reza "La libertad no hace
felices a los hombres; los hace, sencillamente, hombres". Y no estoy de
acuerdo con él porque aunque la frase es impactante y hermosa, creo que eso
implicaría quitarle la condición de hombres (o de seres humanos) a cientos de millones
de varones y mujeres que han vivido y muerto en este Planeta como esclavos y
que han dejado un importante legado a nuestra especie. Claro que la Historia no
la escriben los esclavos y por ello su legado es más difícil de rastrear, pero
han sido ellos quienes criaron, amamantaron, cuidaron, educaron, instruyeron,
alimentaron y/o lucharon junto a muchos de los grandes personajes históricos de
la humanidad. No dudo que muchos esclavos, a pesar de su condición, vivieron
cada hora de su vida con dignidad, quizás con mayor dignidad que con la que han
vivido muchos de los llamados “hombres libres”. Por ello, creo que la frase es
injusta e imprecisa y, en todo caso, solo estaría plenamente de acuerdo con la
primera parte de la frase, si se le agregara el “necesariamente”.
Abusando de la Libertad
Generalmente, por
abusar entendemos el excedernos en el empleo o utilización de algo que tenemos
o nos es concedido. Sin embargo, la Real Academia Española también define el
abuso como el uso impropio, indebido o inadecuado de algo. En ese sentido,
aunque pueda parecer difícil de asimilar, considero el no emplear algo que nos
sirve, es una forma de abusar de ello. Por eso, considero que al no emplear
muchas de las libertades que nos son concedidas (e.g. la libertad de votar por nuestros gobernantes) también estamos
abusando de esa libertad. Comprar un avión y nunca usarlo, constituye, desde mi
punto de vista, un abuso, pues no lo estoy usando (o lo estoy usando para
tenerlo guardado permanentemente en un hangar). Otro ejemplo para clarificar el amplio sentido
que hago de la palabra, sería el caso de que yo descubriera la vacuna del VIH y
no la diera a conocer a nadie… estaría abusando de mi descubrimiento, y no por
exceso, sino por defecto.
Creo que los seres
humanos tendemos -instintivamente- a buscar ampliar nuestra libertades, y ello,
muchas veces implica abusar de las libertades que ya tenemos. Otras veces,
tenemos garantizadas importantes libertades que nunca usamos, corriendo el
riesgo que alguien más (como los gobernantes) nos las arrebaten. Por ello, es
tan perjudicial abusar de las libertades de manera activa como de manera
pasiva.
Por la otra parte, los
gobernantes son libres de tomar muchas decisiones, en otras palabras, están
facultados para unilateralmente ejercer muchas acciones sumamente importantes
para la vida de todos los habitantes de la comunidad, ciudad, estado, entidad,
provincia o país al cual gobiernan. Desgraciadamente muchas veces también tienden
a abusar de sus libertades como gobernantes y, precisamente, así como los
ciudadanos, en lo particular, y la sociedad en lo general, ha abusado de las
libertades que le son conferidas y garantizadas por sus gobernantes, también estoy
cierto que los gobernantes, han abusado histórica y recurrentemente de las
libertades que les son conferidas de buena fe por la ciudadanía.
Retomando la causalidad
natural de los instintos, en algún momento de la historia de nuestra especie,
los integrantes de la misma decidieron libremente que lo que más convenía para
sus fines era vivir en sociedad. A diferencia del tigre y del tiburón, que
evolutivamente se fueron perfeccionando para sobrevivir de manera independiente,
el ser humano -como los lobos, las hormigas y las termitas- evolutivamente se
fue perfeccionando para vivir en sociedad. Esto lo llevó, necesaria y
obligadamente, a renunciar a muchas de sus libertades a favor de otros miembros
de la sociedad. Renunció así, por ejemplo, a la libertad de matar a quien no le
agradara y a la libertad de copular con quien quisiera. Con el objeto de
sobrevivir, los humanos hemos renunciado a muchas libertades a favor de las de otros
seres humanos.
Es un contrato
tácitamente suscrito por cada una de las partes, según el cual cada miembro de
la sociedad acotamos o renunciamos a muchas de nuestras libertades a favor de
los demás, y los demás hacen lo mismo a favor de nosotros. Por ejemplo, el
intangible contrato de nuestra especie diría en una de sus muchas cláusulas: Yo
renuncio a mi libertad de copular con sus cónyuges y, a cambio, ustedes renuncian
a la libertad de copular con mi cónyuge. En teoría, con este tipo de renuncias,
todos podemos estar más tranquilos y cooperar para lograr el fin último de
nuestra especie que es la supervivencia. En la práctica, la (libre) renuncia a
nuestras libertades ha permitido que sigamos existiendo como especie. Aquellos
antepasados nuestros que intentaron vivir de otra manera fallaron, pues no hay
vestigio de la existencia de una raza de grandes primates carnívoros
solitarios, que caminaran en dos patas, con afilados colmillos, aguda visión
nocturna y relampagueantes reflejos o algo parecido.[16]
Por su parte, los
gobernantes y burócratas, tiene la obligación de garantizar y hacer que se
respeten las libertades fundamentales de la población y, por otra parte, los
ciudadanos, tenemos la obligación de permitir que ellos ejerzan sus libertades
y de respetar las decisiones que libremente tomen, estemos o no convencidos de que
éstas se tomaron buscando el bienestar colectivo.
Durante cerca de
500,000 años todos los seres humanos habitamos y nos desenvolvimos en
comunidades que difícilmente excedían de 100 integrantes. Dentro de esas tribus
humanas, había diferentes niveles jerárquicos, y todos sujetaban su libertad a
las decisiones finales del jefe de la tribu (generalmente un macho alfa). Eran
relativamente pocas las cláusulas de renuncia y también era relativamente fácil
entender que el líder era el Estado. Por contraparte, también era relativamente
fácil identificar al miembro que abusaba de una libertad que le era conferida
y, por consecuencia, era fácil castigarlo. El instinto de libertad era en ese
sentido, mucho más fácil de satisfacer, de lo que actualmente lo es, y la
tendencia natural que tenemos a adquirir mayores libertades o abusar de las
libertades existentes, encontraba mayores límites que actualmente. Quizá la
máxima aspiración de libertad que tenía un humano en esa situación era llegar a
ser el líder, es decir, una gran probabilidad de máximo uno en cien.
Sin embargo, en los
últimos cinco mil años[17],
con la aparición de las primeras ciudades en el Planeta[18],
los seres humanos hemos perdido un poco “la brújula” respecto a la concepción y
la importancia de la Libertad. Las ciudades han traído muchos beneficios a
nuestra especie, pero también muchos perjuicios. Entre ellos está la
posibilidad de que pocos humanos amasen una increíble cantidad de libertades o
poder; pues la Libertad es poder, y no hay libertad que no confiera mayor poder.
Esto en perjuicio, desde luego, de las libertades del resto de los seres
humanos. De hecho, grandes amasamientos de poder han traído muchas veces, como
consecuencia extrema, figuras como la esclavitud y el genocidio.
Podemos decir que la
Libertad es parecida a un pastel que debe repartirse, es limitada y una vez
distribuida equitativamente, no es posible obtener más sin que alguien más
salga perdiendo esa misma proporción. Por otra parte, cada porción de Libertad
obtenida, implica para quien la tiene, una proporción similar de
responsabilidad.
Desafortunadamente,
puedo afirmar que actualmente el ciudadano moderno no ejerce sus libertades (su
pedazo de pastel) con entera responsabilidad y, por el contrario, abusa permanentemente
de ellas tanto de manera activa como pasiva. Por su parte, los gobernantes tampoco
ejercen responsablemente sus libertades del todo, e igualmente tienden a abusar
permanentemente de ellas, activa y pasivamente, a favor de intereses
particulares y, casi siempre, en perjuicio de los gobernados.
Muchos gobiernos
tienen básicamente las siguientes libertades exclusivas:
- Libertad
de exigirnos una parte de nuestra riqueza para sostener el Estado.
- Libertad
de administrar y gastar los recursos que le confiamos.
- Libertad
de crear los puestos públicos necesarios para realizar sus fines.
- Libertad
de contratar al personal que ocupe esos puestos.
- Libertad
de legislar o expedir las leyes que rijan la vida de los habitantes del
país, estado y municipio.
- Libertad
de regular las libertades de los ciudadanos.
- Libertad
de impartir justicia.
- Libertad
de explotar de manera exclusiva algunos recursos naturales o algunas
industrias consideradas estratégicas.
Todas las libertades
de los gobernantes son producto de una renuncia tácita o expresa de los
habitantes de un país a determinadas libertades. Por ejemplo, en teoría (al
menos originariamente) todos renunciamos libremente a la libertad de quedarnos
con todos nuestros ingresos y percepciones, para destinar un porcentaje de
ellos al Bien Colectivo (o Estado). Cada libertad del gobernante es una
libertad menos del gobernado. Alguna vez Ronald Reagan lo señaló muy bien:
“Mientras el gobierno se expande, la libertad se contrae[19]”.
Como lo dije anteriormente, solo hay un pastel y no se puede tener más sin
dejar a alguien con menos.
Creo que las
principales semejanzas que considero existen entre las libertades (o
facultades) de los ciudadanos y las libertades (facultades) del gobierno, son:
- Nacen
como una necesidad.
- Sirven
para alcanzar metas y fines (concretos o ambiguos).
- Necesitan
ser reguladas para ser funcionales.
- No
son absolutas.
- Son
susceptibles de abuso.
El ejemplo del
matrimonio se aplica analógicamente. Antes de casarse una persona debe valorar
si le conviene o no renunciar a muchas libertades a cambio de los beneficios
que obtendrá. ¿A cambio de qué me conviene ceder algunas de mis libertades? ¿A
cambio de tener permanente compañía? ¿A cambio de tener un compañero sexual
exclusivo? ¿A cambio de la hipotética posibilidad de envejecer con una persona
a mi lado? ¿A cambio de tener descendencia? ¿A cambio de que mi descendencia
crezca en un ambiente familiar estable? ¿A cambio de no tener que trabajar más?[20],
etc.
Con respecto al
gobierno, las preguntas que todos debemos de hacernos es: ¿A cambio de qué me
conviene ceder algunas de mis libertades? ¿A cambio de calles y avenidas
pavimentadas? ¿A cambio de seguridad pública? ¿A cambio de leyes claras? ¿A
cambio de un sistema de justicia que de seguridad a mis actividades económicas
y profesionales?
Así la situación,
¿qué pasa cuándo la contraparte por la que renunciamos a nuestras libertades no
nos otorga lo acordado a cambio? En el caso del matrimonio: ¿qué pasa si mi
cónyuge copula con otras personas? o ¿qué pasa si no quiere tener hijos? En el
caso de lo gobernantes, ¿qué pasa cuando dejan de brindar seguridad pública?, o
¿qué pasa cuando dejan de construir carreteras y calles?
Sucede que nuestro
instinto de libertad entra en un conflicto, entra en crisis. Como dijimos
antes, existe un instinto de libertad, pero también existe una parte racional
de nuestro cerebro. Esta última parte debe “explicarle” al instinto de libertad
las razones por las cuales es mejor renunciar a ciertas libertades. Pongamos
por ejemplo el caso de un hombre que va caminando por la calle y ve a una mujer
casada, sumamente atractiva, caminando también. El instinto de libertad (y
otros instintos), de manera abstracta le podrán decir al hipotético hombre: “Ve
nada más que ojos, que busto, que cintura, que caderas ¡Vamos, eres libre!
¡Copula con ella!”. El lado racional le dirá: “Tranquilo, eres casado, tu
esposa se divorciaría de ti y nunca volverías a ver a tus hijos. Además acabarías
en la cárcel y su esposo te desfiguraría el rostro, etc.”
El mismo conflicto,
pero a la inversa, nos sucede como gobernados. Desde que nacemos somos
obligados a renunciar a muchas libertades a favor del gobierno. No lo hacemos
voluntariamente y nadie nos pregunta si estamos o no a favor de pagar
impuestos. Quizás hace miles de años nuestros antepasados tomaron libremente la
decisión de ceder sus libertades al líder de la tribu en turno. A nosotros, nos
tocó nacer en una sociedad en donde las cosas funcionan así y, por mal que nos
parezca el que exista un Gobierno, éste esquema ha permitido el florecimiento
de nuestra especie. El conflicto sucede cuando empezamos a descubrir que los
gobernantes abusan de sus libertades o no cumplen con sus obligaciones.
Entonces empezamos a dudar de la necesidad de ese gobierno y de la necesidad de
cederle tantas libertades a cambio de tan poco.
Desde este enfoque,
válidamente se puede hablar de abuso a las libertades desde dos principales
puntos de vista, el ciudadano y el gubernamental. Ambos son dañinos para la
colectividad y ambos son consecuencia de fallas de ambas partes. Tanto
ciudadanos como gobernantes son igualmente responsables de vivir en sociedades
en las que se abuse permanentemente, en perjuicio del resto de la sociedad, de
las libertades propias. En ambos sentidos existen abusos que deben ser
analizados detenidamente, con el objeto principal de evitar llegar a cualquiera
de los dos opuestos a los que estos recurrentes abusos nos pueden llevar.
Los ciudadanos por un
lado, y los gobernantes por el otro, tienen una tendencia natural a buscar
ampliar sus libertades. Así, ante un gobernante pelele y débil, los ciudadanos
tienden al abuso desmedido de sus libertades hasta el grado de tener al
gobernante como un gran bufón social. Por otro lado, ante una ciudadanía débil,
los gobernantes tienden al abuso desmedido de sus libertades, hasta el grado de
enriquecerse y empoderarse excesivamente. La libertad de los gobernantes se
encuentra en permanente conflicto con la libertad de los gobernados. La
esclavitud, los genocidios y la pobreza extrema son las consecuencias extremas
de un gobierno excesivamente poderoso que ha decidido quitar la libertad y la
vida a sus gobernados. La anarquía, corrupción y la ingobernabilidad son los
extremos de una ciudadanía o sector privado poderoso que hace lo que quiere con
el gobernante en turno.
El pensador y
político mexicano Efraín González Luna señaló en 1944 que: “Anarquía significa
negación o ausencia de autoridad. Y este es nuestro mal, este es el corazón de
nuestra crisis: una desnaturalización del concepto del Estado, una corrupción
teórica y práctica de la autoridad. (…) La libertad tiene que organizarse para
algo. (…) Podríamos… (decir) que el orden social es la organización de la
libertad para el Bien Común.”
También el bandidaje
gubernamental y las opresivas regulaciones (que muchas veces subsisten con el
fin de facilitar o preservar los sobornos), son dos elementos que limitan la
libertad, el crecimiento y el desarrollo de los ciudadanos y, como
consecuencia, de los países.
Me gustaría señalar
que tenemos ejemplos vivientes de países en los que tanto gobierno como
ciudadanos han violado sus respectivas libertades de manera permanente, al
grado de actualmente vivir en condiciones de pobreza, de represión, de
corrupción o de todas ellas. No pondré nombres, pero sí situaciones concretas
de abusos de la libertad que realizan algunos gobernantes, con casos
específicos y extremos de lo que puede suceder cuando permitimos que se rompa
este equilibrio de libertades, por ejemplo:
- Países
en los que se cierran las puertas al turismo con un sinnúmero de trámites
y requisitos, casi todos ellos diseñados ex profeso para evitar visitantes
incómodos.
- Países
con gobernantes multimillonarios y ciudades de más de dos millones de
habitantes, sin un sistema de transporte público por falta, entre otras
cosas, de vías de comunicación medianamente decentes para que puedan
circular autobuses.
- Países
en los que las deplorables condiciones de salud pública arrojaron en el
2006 una expectativa de vida de 45 años para los hombres y 46 años para
las mujeres, mientras que su presidente actual tiene 74 años de edad. (Es
como si a países como México o Argentina, los gobernara un Presidente de
118 años de edad o a países como Estados Unidos de América o Canadá uno de
125 años de edad[21]).
- Países
en los que se pretende que la patria potestad de los hijos corresponda al
Estado.
- Países
en que los gobernantes espían libre e impunemente a los ciudadanos,
justificándose en la existencia de una “guerra contra el terror”.
- Países
en los que las mujeres no pueden mostrar su rostro en la vía pública.
- Países
en los que no existe libertad de votar o, en los que, aún cuando existe,
en la práctica es ignorada por el gobernante en turno, quien cada vez que
hay elecciones sale ganador con el 90% de los sufragios a su favor, a
pesar de que su país se encuentre sumido en la total pobreza.
- Países
en los que únicamente se puede engendrar un hijo por matrimonio y está
prohibido averiguar el sexo antes de su nacimiento.
- Países
en los que está prohibido salir de ellos.
Otro problema grave
es cuando los gobernantes deciden coartar las libertades de todos los
gobernados, por el abuso que hicieron de esas libertades unos cuantos, o por
simple comodidad. Esta perversidad funciona así, por ejemplo: una persona o
grupo de personas decidieron utilizar su libertad de expresión a través de los
medios electrónicos, para perjudicar abiertamente a un candidato, con el fin de
beneficiar a otro o a sí mismos, luego entonces la solución legislativa para
evitar ese abuso en el futuro es que ningún ciudadano más pueda volver a expresarse
en medios.
Como un grupo de
personas se emborrachó e hizo desmanes, la solución ideal –pensaron los
legisladores estadounidenses hace 80 años- es prohibir totalmente el consumo de
bebidas alcohólicas.
El abuso a las
libertades es una cosa muy delicada. Tenemos que ser muy responsables al momento
de ejercer nuestras libertades; empezar a ejercer las que no ejercemos y
ejercer bien las que sobre-ejercemos. De otra forma, podremos perder ambas, con
consecuencias igual de lamentables.
Definiendo la Libertad
Una pregunta clave
para definir la Libertad es: ¿Somos libres de hacer lo que queremos y podemos hacer
aunque no debamos hacerlo? Hay dos respuestas básicas (y clásicas) para esta
pregunta. La primera es “No”. No eres libre de hacerlo porque está prohibido, a
saber: No eres libre de matar a alguien, no eres libre de vender droga en la
calle, etc. La segunda respuesta a esta pregunta es “Si”. Puedes hacerlo, luego
entonces, eres libre de hacerlo… solo que te atienes a las consecuencias, es
decir: Sí eres libre de matar a alguien, sí eres libre de vender drogas, etc.
El que después de hacerlo puedas terminar en prisión, no te impide que seas
libre de hacerlo. Creo que para llegar a la respuesta de dicha pregunta, es
necesario partir de una definición más o menos universal de Libertad y, tal
como lo acreditaré en este capítulo, dicha concepción dista mucho de existir y
esa carencia es quizás la que genera mayor incertidumbre en el momento concreto
de juzgar si somos o no somos libres de hacer algo.
En el Diccionario de la
Real Academia Española, la palabra “libertad” tiene 12 diferentes acepciones,
además de la definición de otros 11 términos compuestos que incluyen a la
palabra libertad en ellos. Se define en su primera acepción, como “la facultad
natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar,
por lo que es responsable de sus actos”[22]. De esta definición se desprende
que libertad incluye todo lo que podemos hacer o no hacer y que nos implique
una responsabilidad. Suena interesante, aunque considero que el problema de
esta definición reside en la utilización de la palabra “facultad”, misma que válidamente
puede ser utilizada como sinónimo de “libertad”.
La segunda acepción
de la palabra “libertad” refiere que ésta es la condición del ser humano de no
ser esclavo. En otras palabras, la libertad es carecer de ataduras para hacer
lo que queremos. Se trata, ante todo, de ser “libre”[23]. En
esta segunda –y muy reconocida- acepción de la palabra “libertad” surgen los
primeros problemas de interpretación. ¿No ser esclavo de quién o de qué?
La palabra “esclavo” la define la propia
Real Academia Española, en su primera acepción, como la persona que carece de
libertad por estar bajo el domino de otra persona. En su segunda acepción la propia
Academia amplía el término, agregando que también es esclavo quien se encuentra
sometido rigurosamente o fuertemente a un deber, pasión, afecto, vicio, etc.,
que lo priva de libertad. Lo curioso (y desconcertante) del caso, es
que una definición remite a la otra y viceversa, y eso complica todavía más el
entendimiento de la libertad, al menos desde el punto de vista estrictamente
semántico.
En idiomas como el
inglés, actualmente reconocido como el idioma más importante del Planeta y, por
ende, de la humanidad actual, el problema semántico se presenta de manera
similar. Quizá la única diferencia real es que en ese idioma existen dos
palabras para exactamente el mismo término: freedom
y liberty, mientras que en
castellano la palabra “libertad” prácticamente carece de un sinónimo exacto[24].
Sin embargo, de acuerdo al Diccionario Merriam-Webster,
libertad es la cualidad o el estado de ser libre o de estar libre de
restricciones. Creo que señalar que “libertad es ser libre” no nos sirve de
mucho. Además, cada una de estas dos palabras anglosajonas tiene cerca de 6
acepciones muy similares entre ellas. Un concepto te remite necesariamente al
otro y se genera un círculo de confusión, porque cuando uno busca, por ejemplo,
la definición de “free”, una de sus primeras acepciones te remite a “liberty” y
la otra a “freedom”.
Así las cosas, antes
de aventurar una definición de Libertad, me tomé
la libertad de preguntarles a veinte personas, por separado, qué entendían
por Libertad, y me pareció sumamente interesante descubrir que en todas las
respuestas se utilizó una de las siguientes cuatro palabras:
Palabra
|
Menciones
|
Capacidad
|
7
|
Facultad
|
7
|
Poder
|
3
|
Derecho
|
3
|
¿La definición que el
propio lector escribió en un papel al inició el ensayo incluye alguna de ellas
en cualquiera de sus posibles variaciones? Si es así, mi sorpresa sigue en
aumento, si no, me encantaría especialmente conocer esa genuina definición de
libertad.
La Real Academia
Española de la Lengua define “capacidad”
como “aptitud” y define “capacidad de obrar”, como “la aptitud
para ejercer personalmente un derecho”.
Define “facultad” como “poder”, “aptitud” o “derecho para
hacer algo”. Define “poder” como
“tener la facultad de hacer algo”.
Por último, define “derecho” como la
“facultad del ser humano para hacer
lo que legítimamente lo conduce a los fines de la vida” y también como “facultad de hacer o exigir todo aquello
que la ley o la autoridad establece en nuestro favor”. Además,
la sexta acepción de la palabra “libertad”
es: prerrogativa, privilegio o licencia. En
otras palabras, las definiciones de las cuatro palabras empleadas en las 20
definiciones de libertad, confluyen semánticamente de manera interesante, pues
prácticamente se podría decir que todas ellas son sinónimo de al menos otra, e
incluso sinónimo de libertad. ¿En qué reside la importancia de ello? Bueno, en
mucho, ya que en mi pequeño universo de 20 personas hay mucha variedad. Muchas
de ellas no se conocen e que incluso viven en diferentes lugares, así como
entre el de mayor y menor edad hay tres décadas de diferencia. Diferentes
profesiones y modos de vivir la vida. A pesar de ello, el 100% coinciden en la
parte toral de su definición de Libertad, con lo que refuerzo mi teoría de la
existencia de un “Instinto de Libertad” nato y genético en cada ser humano.
El problema para
definir la libertad comienza cuando tratan de llenarse esos “pequeños” huecos
que implican cuestiones ideológicas o de razonamiento muy subjetivas. Para
poder llegar a mí definición de Libertad, parto de la premisa de que no existe
la “Libertad Absoluta”. Estoy convencido de que ningún ser vivo, incluido
humano, en toda la historia de la Tierra ha gozado ni conocido la Libertad
Absoluta.
Una de las
definiciones clásicas de libertad es: “Carencia total de restricciones”. Sin
embargo, no existe nada ni nadie que esté plenamente libre de restricciones. Ni
siquiera el gobernante más poderoso que haya existido en la Tierra pudo ser
libre de la muerte, del dolor o de la fuerza de gravedad, por ejemplo. El autor
Maurice Cranston, señaló que no puede hablarse de una “Libertad Única” o de una
sola “Libertad Universal”, sino que existen muchos tipos de libertades y que,
además, no todos son benéficos o positivos para todos.
Por su parte, el
autor norteamericano George Lakoff señala que actualmente existen en su país
dos concepciones preponderantes de la palabra Libertad. Cada concepción percibe
el Mundo y a la sociedad de maneras muy distintas y además señala que dichas
concepciones no solo son diferentes, sino que además son contrarias, es decir,
no pueden subsistir ambas visiones de la Libertad como verdaderas. Un conflicto
ideológico parecido se dio entre el postulado de Libertad del filósofo suizo
Jean-Jacques Rousseau y el del inglés Lord John Acton, un siglo después. Esto
demuestra que a pesar de existir una noción similar de la concepción de
libertad, a la hora de definir los alcances de las palabras que integran esa
noción general, es cuando surgen irreconciliables conflictos ideológicos sobre
los alcances de la palabra Libertad.
El filósofo de
Letonia, Sir Isahia Berlin, señaló que había una marcada diferencia entre
“libertad de”[25]
(libertad negativa) y “libertad para”[26]
(libertad positiva), por ejemplo, libertad de
la opresión y libertad para
desarrollar los potenciales personales. La forma negativa de libertad se refiere
a la carencia de obstáculos o restricciones para hacer las cosas. La forma
positiva de libertad se refiere al poder que tengo de tomar decisiones que me
lleven a la acción. Para Maurice Cranston, solo existe la libertad negativa, y
la libertad positiva es únicamente una forma “agradable” de presentarla, aunque
personalmente creo que válidamente se podría señalar también lo contrario.
Por su parte, el
mexicano Jorge Adame Goddard, reconoce que la palabra libertad tiene muchas
acepciones. En su acepción filosófica la define como “una propiedad de la
voluntad, gracias a la cual ésta puede adherirse a uno de entre los distintos
bienes que le propone la razón.” Sin embargo, después señala que la libertad es
una consecuencia de la naturaleza racional del hombre, en lo cual no puedo
estar plenamente de acuerdo, en virtud de que como ya lo sustenté, una primicia
de la vida en cualquiera de sus formas, reside en la libertad de elegir y, por
lo tanto, considero que la increíble capacidad racional del hombre, deriva de
millones de elecciones libremente tomadas en los últimos cientos de millones de
años por nuestros antepasados. Claro que el hecho de que esa naturaleza
racional que nos caracteriza actualmente, nos permita vislumbrar miles de
posibles ideas y tipos de libertades, imposibles de vislumbrar para el resto de
los seres vivos del planeta, no implica que aquéllos no sean libres.
Con estos
antecedentes dados, mi definición de libertad es la siguiente:
“Libertad es la posibilidad material de hacer aquello que
deseamos, y que nos está permitido legal y socialmente.”
Esta definición
implica 4 elementos o factores imprescindibles para encontrarnos ante casos
reales de libertad. Lo que está fuera de esta definición, no somos libres de
hacerlo. No significa que muchas veces podamos
hacerlo, pero eso no significa que seamos realmente libres de hacerlo.
Por ejemplo, de
acuerdo a mi definición, si alguna persona te molesta no eres libre de matarla
sin romper la ley[27].
Aunque existe quien piensa que sí eres libre de matarla, pero que te debes
atener a las consecuencias como enfrentar un juicio y ser castigado en caso de
que matar personas sea delito. Yo difiero de esta visión de la libertad, porque
es una visión que restringe la libertad únicamente a lo que materialmente podemos
hacer, y desconoce todo el sistema jurídico y social en el cual nos
desenvolvemos como seres humanos.
Quizá un ermitaño
podrá tener esa visión de libertad, de ser libre de hacer lo que pueda, pero ya
señalé que esa sería una excepción que confirmaría la regla. Como alguna vez me
dijeron mis padres, no hay que confundir la libertad con el libertinaje. En ese
sentido, la libertad debe ser considerada como algo más amplio de lo que
físicamente podemos hacer.
Es verdad, la
principal idea de libertad que casi todos tenemos, está íntimamente relacionada
con la libertad física o material, pero para realmente hablar de libertad
tenemos que ampliar nuestra concepción tradicional y de esa forma, ante cada
caso concreto que se nos presente, poder saber con certeza si nos encontramos o
no nos encontramos ante una situación de libertad real.
Quizá la parte de mi
definición que cause mayor escozor es la relativa a la inclusión de la libertad
social (o moral) de hacer las cosas como presupuesto de libertad. Este tipo de
libertad quizá está más relacionada con el libre albedrio de lo que lo está la
libertad legal, sin embargo, se trata de cuestiones diferentes y por tanto,
debe incluirse como un factor independiente en la definición de libertad.
Las prescripciones
sociales incluyen todas las normas familiares, morales y religiosas que nos son
dadas prácticamente desde que nacemos (muchas veces a manera de prejuicios que
nos acompañan hasta la muerte), y que influyen en nuestra vida tanto o más que
las prescripciones legales y, por tanto, su existencia también limita -o
delimita- la libertad del ser humano. Estoy convencido que durante mucho
tiempo, ambas normas –legales y sociales-, estuvieron indisolublemente
mezcladas. Pero desde que nacieron las grandes civilizaciones, desde la
separación de las iglesias de los estados[28],
desde la fundación de las grandes ciudades, entre otros factores, dichas normas
han seguido caminos sensiblemente separados y no puede ignorarse la
coercitividad y bilateralidad real de las normas sociales o morales.[29]
En este punto he
encontrado mucha resistencia en varios debates, pero la realidad de las cosas
es que en la práctica -en la vida real-
la gente muchas veces se limita más por las prescripciones morales que por las
prescripciones legales. Diariamente cientos de miles de ciudadanos violan las
leyes (excediendo límites de velocidad, por ejemplo), sin embargo, existen
normas morales que pocos se atreven a violar, por las consecuencias que implica
el violar dichas normas.
Por ejemplo, nunca he
visto un prestigiado bufete jurídico cuyos abogados vistan con playeras sin
mangas, de bermudas y sandalias, exhiban diversos tatuajes de mujeres desnudas,
lleven el pelo largo y despeinado, aretes en cejas y nariz, etc. ¿Cuántos
abogados que quieran trabajar en ese bufete renunciarán a su libertad legal y material de vestir de
manera informal (por decir lo menos) con el objeto de trabajar en la profesión
que eligieron?
Existen poblaciones
tan conservadoras, que no toleran cosas tan simples como la utilización de
minifaldas, en las que aquella que se atreva a utilizarla es socialmente
rechazada y tratada por el colectivo social como prostituta. ¿Cuántas chicas
deseosas de utilizar una minifalda no lo hacen (y quizás envejecen sin hacerlo)
por una restricción social o moral?
Otro ejemplo que
aplica principalmente al sector masculino sería el acudir a un sitio de los
conocidos como “table dance”. Ir a un lugar de este tipo no es ilegal, ni el
simple hecho de ir es causal de divorcio, ni implica siquiera que habrá
contacto físico con alguna de las mujeres que en esos lugares bailan. Sin
embargo, ¿cuántos hombres tienen permiso de su cónyuge para frecuentar estos
lugares?, en otras palabras ¿qué porcentaje de hombres casados son libres de
acudir a dichos lugares?, o ¿Cuántos políticos –aún solteros- son libres de
hacerlo sin correr el riesgo de perder su popularidad?
Con el objeto de
explicar mejor mi definición de Libertad, he diseñado un diagrama que permite visualizar
gráficamente los casos ante los cuales podemos identificar situaciones frente
las cuales tenemos libertad (real) o no:
De acuerdo a este
diagrama, el negro total en el centro, sería la representación de la “libertad
real” que tengo de hacer algo. Si alguno o algunos de los círculos carecieran
de color, entonces ya no se daría esa libertad real. La carencia total de
color, sería la ausencia total de libertad para hacer algo. Por ejemplo:
¿Soy libre de casarme
con una persona del sexo opuesto? Quiero hacerlo y mi pareja también (Libre
albedrío). Está permitido por la ley (Libertad legal). Es tolerado en la
comunidad en la que vivo (Libertad social). Físicamente puedo hacerlo.
(Libertad Material). Conclusión, color negro en el centro: Sí soy libre de
casarme. Consecuencia: Me casaría felizmente.
¿Soy libre de casarme
con una persona del mismo sexo? Quiero hacerlo y mi pareja también (Libre
albedrío). Está permitido por la ley (Libertad legal). No es tolerado en la
comunidad en la que vivo (Libertad social). Físicamente puedo hacerlo.
(Libertad Material). Conclusión, carencia de un color: Aunque puedo casarme, no
soy totalmente libre de hacerlo, pues me atendría a consecuencias como el
rechazo social de mi familia y comunidad por hacerlo. Consecuencia: Lo pensaría
dos veces antes de hacerlo.
¿Soy libre de tener
dos hijos con mi pareja? (vivo en China) Quiero hacerlo y mi pareja también
(Libre albedrío). No está permitido por la ley (Libertad legal). Está tolerado
en la comunidad en la que vivo (Libertad social). Físicamente puedo hacerlo.
(Libertad Material). Conclusión, carencia de un color: Aunque puedo tener dos
hijos, no soy totalmente libre de hacerlo, pues si el gobierno me descubre,
perdería a uno y terminaría en prisión. Consecuencia: Lo pensaría dos veces
antes de hacerlo.
De este diagrama se
desprenden 16 posibles combinaciones en las que cabrían todas las posibles
situaciones que pudiera enfrentar una persona en su vida, y en donde únicamente
la primera de ellas, la que implica la existencia de color en los cuatro
círculos, representa la existencia de una libertad real de hacer las cosas. Las
otras 15 combinaciones, incluyendo la carencia total de color en los círculos,
implican diferentes niveles de restricciones a mi libertad, y por tanto,
representan casos en que no existe esa libertad real de hacer las cosas.
Claro que cuando
existen restricciones legales, morales o materiales que sobrepasan los límites
de tolerancia de nuestro instinto de libertad y de nuestro libre albedrío,
estamos en un constante conflicto y en una búsqueda permanente de la reconfiguración
de la realidad. Acudimos ante los legisladores para que reformen las
disposiciones legales, inventamos métodos para evadir las leyes de la física
(como los aviones que nos permiten volar), o retamos a la sociedad en general
con movimientos de repudio al status quo
(como los hippies de los 60´s). Esas manifestaciones no hacen más que demostrar
lo que digo: No somos realmente libres de hacer las cosas que no están
comprendidas dentro de los cuatro factores que planteo, y por ello buscamos su
inclusión en ellos.
Claro que siempre
existirán los rebeldes sin causa y los anárquicos por naturaleza que
permanentemente busquen reafirmar su libertad violando los límites existentes,
pero una vez más, deben atenerse a las consecuencias de hacerlo. Esta actitud
es natural en la pubertad cuando el instinto de libertad florece al máximo.
Pero conforme envejecemos, nos vamos adaptando casi de manera natural a los
límites que existen a nuestra libertad.
Epílogo
La Libertad es tan
natural como la vida misma. Es un instinto que existe en cada ser humano, y que
lo compele a buscar actuar y decidir con autonomía. La Libertad nos permite
seguir caminos y nos permite ser responsables de nuestras decisiones. Sin
embargo, la Libertad por sí sola no significa mucho. La Libertad es el medio,
el principal medio, y quizá el único que existe para la total realización de
nuestras metas. Para verdaderamente poder entender el valor tan grande de la
Libertad debemos tener primeramente claro cual es nuestro propósito en la vida.
De lo contrario, la Libertad se
convierte en un ideal y en un derecho, carente de utilidad real. Si nuestro
propósito es ser felices a través de la realización de grandes obras de arte,
adelante, hagámoslo y que nadie interfiera con nuestra libertad de hacerlo. Si
nuestro propósito es trascender a través de nuestra música, hagámoslo
libremente. Si creemos que la realización personal será teniendo hijos,
busquemos a la mejor pareja posible y hagámoslos. Pero si no sabemos qué
queremos de nuestra vida ni a donde vamos, entonces probablemente no merezcamos
las libertades con las que contamos.
Por otra parte, si
seguimos abusando, en lo individual y en lo colectivo como sociedad, de las
libertades que hemos ganado a lo largo de toda la historia de la humanidad, en
lo general, y de nuestro país, en lo particular, estamos condenándonos a acabar
perdiéndolas a manos de nuestros gobernantes, magnates, jefes, patrones, etc.,
pues como lo señalé anteriormente, no existe un natural equilibrio de libertades,
sino que al contrario, la tendencia histórica de la humanidad es la búsqueda
individualizada de la ampliación de nuestras libertades, y cada que alguien
amplia las suyas, lo hace en perjuicio de alguien más.
El esclavo estereotipo,
es aquel que no tiene ninguna libertad, que carece de derechos. Por otra parte,
“hombre libre” estereotipo, es aquel que puede hacer cualquier cosa que le
plazca sin límites ni restricciones. Estos dos estereotipos serían los puntos
opuestos, “lo blanco y lo negro”, se trata de casos extremos, casi idealistas
de plantear un concepto. Sin embargo, en la realidad existen muchos matices y
muchos grados de “Libertad” (o de “esclavitud”) y que son los que realmente se
encuentran en el debate diario en materia política, jurídica, social, laboral,
etc.
Debemos buscar
entonces, no la libertad absoluta, sino el equilibrio de libertades, tratar de
buscar que “ser humano libre” sea aquel que tenga la posibilidad de hacer lo
que desea, sin atentar contra la Libertad de otro “ser humano libre”. Solo así
podremos perfeccionarnos socialmente, y no debemos olvidar que en sociedad
hemos evolucionado y solo en sociedad prevaleceremos. Sin embargo, tampoco
debemos renunciar a nuestras libertades básicas y por el contrario, debemos
hacer que el acceso a ellas marque una verdadera diferencia para la humanidad.
La Libertad es la
herramienta más importante que tenemos para darle sentido a nuestra vida.
Démosle entonces sentido ejerciendo responsablemente nuestras libertades y
buscando que cada acción que libremente ejecutemos marque una diferencia en el
Mundo. Es muy fácil desestimar el valor de nuestras decisiones, pero no podemos
olvidar que la más insignificante de ellas podría significar una diferencia
real en el destino de nuestro Planeta.
No seamos tan cortos
de visión para pensar que únicamente las grandes acciones y decisiones marcan
las diferencias; por el contrario, son esas pequeñas decisiones que libremente
tomamos todos los días las que marcarán nuestro futuro y, quizás, el de un número
incalculable de seres humanos. No esperemos a perder nuestras libertades para
querer ejercerlas. No esperemos a fracturarnos un pie para querer ir a correr
al parque. Ejerzamos nuestras libertades con responsabilidad y, sobre todo, con
un propósito. Seamos libres. Seamos responsablemente libres.
[1] Las garzas azules grandes
de Texas y las gaviotas argénteas del Lago Michigan, entre otras.
[2] Según estimaciones de
Jared Diamond.
[3]Esto equivaldría a la
muerte de más de 6,000 millones de humanos antes del año 2,200.
[4] Hoy en día sigue siendo
difícil tarea definir dicho término.
[6] Y la segunda, la tercera y
la diezmilésima vez también deben ser difíciles, pero debe impactar más la
primera.
[7] Como lo veremos en el
capítulo “Definiendo Libertad”
[8] Vehículo Deportivo
Utilitario, por sus siglas en inglés.
[9] Quienquiera que haya
tratado de meter a su perro en una jaula o que haya dejado abierta la jaula de
sus pájaros, sabrá que de lo que estoy hablando.
[10] Nadie podría negar que los
bebés deben ser libres del dolor y del hambre, ¿o si?
[11] La gran mayoría de las libertades
pueden traducirse fácilmente en derechos.
[12] La Corte Europea de los
Derechos Humanos confirmó de manera textual la existencia de esta libertad,
derecho o garantía, denominada “a un buen descanso nocturno” (“right to a good night´s sleep”)
[13] No entran en esta
categoría, por ejemplo, quienes sacrifican su vida o su libertad para
garantizar la de su cónyuge y sus hijos, puesto que una premisa básica del
instinto de supervivencia es garantizar la vida de tus descendientes, aunque
poéticamente se diga que dicho sacrificio fue por “amor”. Ni tampoco caben la
gran mayoría de los soldados, que van a la guerra esperando regresar vivos y no
muertos.
[14] Creo que el éxito
histórico y actual de la gran mayoría de las religiones en el Planeta se debe
precisamente a esa valiosísima idea que venden, de que si nos apegamos a sus
dogmas nunca moriremos. ¿Que mayor remedio (¿o placebo?) puede necesitar el
instinto de supervivencia de cualquier ser vivo, que la promesa de Vida Eterna?
Vale la pena correr el riesgo de creer, ¿o no?
[15] Babilonios, egipcios,
griegos, persas, romanos, novohispanos, norteamericanos, etc., etc.
[16] Los tradicionales
ermitaños, no son más que una anomalía que confirma la regla. Si todos fuéramos
ermitaños, nuestra especie simplemente se extinguiría.
[17] Lo cual representa el 1%
del total del tiempo de nuestra existencia como humanos.
[18] Si nuestra historia fuera
equivalente a un día de 24 horas, entonces habríamos empezado a vivir en
ciudades apenas en los últimos 14 minutos.
[19] "Man is not free unless government is limited. There's a clear
cause and effect here that is as neat and predictable as a law of physics: As
government expands, liberty contracts.”
[20] Suponiendo que el
hipotético futuro cónyuge fuera millonario y que esa fuera la razón que me interesa
vincularme en matrimonio con él.
[21] Esta cifra se obtiene de
la proporción porcentual de la diferencia de edad entre el ciudadano promedio y
el gobernante, tomando como base a Camerún, y no con la simple suma de la
diferencia.
[22] Al hablar de “facultad natural” la
Academia refuerza la teoría de que la libertad es un instinto.
[23] Libre: 1.
Que
tiene facultad para obrar o no obrar. 2. Que no es esclavo.
3. Que no está preso.
[24] Aunque como ya dijimos,
existen palabras que pueden usarse en ciertas situaciones para sustituirla,
como facultad, licencia o derecho.
[25] “Freedom from”
[26] “Freedom to”
[27] Al menos no en ningún
Estado del que yo tenga conocimiento.
[28] Al menos en la mayoría de
los países occidentales.
[29] A pesar de que tratadistas
clásicos del Derecho, como le mexicano García Maynez aseveren lo contrario.
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