Es extremadamente probable que nuestra
vida sea todo lo que tengamos; que nada de este Mundo nos vayamos a llevar y que
nada haya después para nadie. Al igual que el resto de los seres vivos,
simplemente somos el producto de millones de años de una desconocida
combinación de causalidades y casualidades... De un sistema que se desarrolló
muy probablemente sin el auxilio de ningún ente superior, gracias a los
factores referidos y que desde entonces ha luchado por sobrevivir. ¿Para qué?
Precisamente para sobrevivir, no hay más. Los genes solo buscan sobrevivir y
todo indica que lo hacen sin ningún otro fin superior o motivo que la propia
supervivencia. ¿Pero por qué quieren sobrevivir? Todo apunta a que no lo saben
ellos tampoco y por ende a que no hay respuesta a esa pregunta, a menos que los
motive la creencia en un dios-gen que les dará la vida eterna después de ésta
si logran perpetuarse o alguna otra razón de naturaleza afín.
Considero que a falta de pruebas
irrefutables todo indica que nuestra lucha por sobrevivir es producto de una
predisposición contenida en nuestros genes, a quienes lo único que les interesa
es su propia supervivencia y que para tal efecto nos utilizan como sus
huéspedes, como herramientas para conseguirlo. Gracias a ese egoísmo exacerbado
existimos y existe todo lo que tiene vida, pero por extraño que nos parezca,
por irracional que suene, por poco poético que sea, lo hacen sin ningún otro
propósito que sobrevivir. Esa es su única razón de existir, y quizás
precisamente por ello lo hayan logrado con tanto éxito. El hecho de que cueste
tanto trabajo creerlo y todavía mucho más entenderlo, no quiere decir que sea
falso y hasta el momento todas las pruebas con las que contamos apuntan a esa
única dirección. Quizás los genes nunca habían logrado formar a un ser vivo que
se cuestionara tanto esta poco novelesca realidad, pero todo indica que es la
realidad.
Para poder sobrevivir, durante
millones de años fuimos desarrollando un cerebro con una alta capacidad de
abstracción que nos permitió competir por los valiosos recursos con especies
muchísimo más desarrolladas física y sensorialmente que nosotros. En estos
tiempos modernos (de 10,000 años para acá) que hemos logrado que una gran parte
de nuestra especie tenga acceso a recursos como las calorías -durante millones
de años tan escasos- hemos tenido tiempo suficiente para hacernos tantas
preguntas e imaginar tantas realidades, que pareciera por momentos que estamos
disparando en contra de nuestros creadores, los genes. Sin embargo, ellos no
tienen nada que temer, ya que aquellos humanos que han preferido gozar y
disfrutar del instrumento llamado cuerpo, que tuvo que desarrollar recompensas
placenteras para que la especie siguiera existiendo -recompensas a las que era
difícil acceder y que ahora se pueden obtener en exceso- morirán con sus genes
y pronto esa tendencia desaparecerá... Seguirán estando, como ha sucedido
siempre, solo aquellos que puedan soportar la realidad sin renunciar a sus
instintos. ¿En cuánto tiempo? Quizás en mucho más del que seamos capaz de
comprender cabalmente, pero que a nadie le quepa duda: sucederá. De hecho, me
sorprenden sobremanera los que se sorprenden que una mosca tenga un ciclo vital
de dos a tres semanas. Dicen aterrorizados "¡Que tragedia tan grande vivir
solo 20 días!", "¡Que insignificante y patética es una mosca que tan
solo vive 20 días!", "¡Que poco tiempo para vivir!" etc.
¿Realmente creen que hay mucha diferencia entre 20 días y 70 años? Si tomamos
como referencia la edad de este planeta, una mosca vive en él apenas un suspiro
menos de lo que vive en él un humano, y sin embargo, nos sentimos tan
especiales y superiores por vivir mucho más que una triste mosca.
Estoy convencido que la vida debe
vivirse con pasión y disfrutarse, pero también deben buscarse responsabilidades
que le den equilibrio. El cuerpo debe vivir lo más cercano a las condiciones
para las cuales está preparado según evolucionó para mantenerse sano... Por
ejemplo, el estrés no nos es ajeno, por supuesto que estamos preparados para el
estrés, pero no para el estrés pasivo, sentados todo el día y acostados toda la
noche. Estamos preparados para un estrés activo, en movimiento, caminando,
corriendo, ocultándonos del depredador y acechando a la presa o buscando el
fruto entre la vegetación. Aquello que llamamos felicidad no es otra cosa que
la obtención de algún recurso necesario para sobrevivir (llámese comer,
fornicar, defecar o dormir, por ejemplo). Sin embargo, la realidad es que no
estamos preparados para tener tantos satisfactores disponibles de manera tan
directa, accesible y sencilla, y ello nos ha afectado profundamente en nuestra
salud mental y física.
De hecho, aunque somos una
especie grandiosa desde muchos puntos de vista, realmente nuestro gran logro
residió en haber encontrado la manera de transmitir con precisión información
de una generación a otra. Un ser humano que nace sin tener el privilegio de
contar con información acumulada durante miles de años atrás de él, vuelve a
ser esa especie vulnerable que tiene que usar al máximo sus capacidades
mentales y físicas para poder sobrevivir. Somos un ser vivo destacado sin duda,
como lo son muchísimos, pero un ser vivo con muy pocas ventajas competitivas
sobre el resto de los seres vivos con los que tendrá que luchar por comer. Si
por pura casualidad se hubiera roto hace alrededor de 15,000 años unos cuantos
eslabones de la cadena que nos permitió conocer la agricultura, es sumamente
probable que no seríamos más de 100 millones de humanos en toda la Tierra y que
todavía anduviéramos en taparrabos, como nómadas luchando día a día por
sobrevivir.
Otro factor que debemos conocer
y tomar en cuenta permanentemente, es que somos esclavos de la subjetividad y
de la perspectiva. Estamos en constante rivalidad con nuestros semejantes que
conocemos y, entre más cercanos, mayor es la necesidad biológica y genética de
ser superiores (o al menos sentirnos tales). Por más altruistas que seamos,
nunca lo seremos tanto como para entregar más poder del que tenemos al ser
querido, y no debemos sentirnos culpables por ello, porque así estamos
predispuestos; de la misma forma en que no puede sentirse culpable un motor de
10 cilindros cuando ruge al ser encendido: Está en su naturaleza hacerlo. Este
"defecto" ha servido a nuestros genes para propagarse y ello nos ha
definido a nosotros como humanos: competitivos, aguerridos, ambiciosos. Pero
saberlo nos puede servir para canalizarlo, para encauzarlo, para aminorar sus
efectos negativos buscando que nos perjudique lo menos posible en nuestro
bienestar, en nuestra tranquilidad, en nuestra paz interior... En pocas
palabras: en nuestra felicidad. De la misma forma que ahora sabemos
perfectamente porque se nos antoja un delicioso postre, también ahora sabemos
porque nos duele tanto cuando un ser querido gana más, vacaciona mejor o
adquiere una casa o un vehículo mejores que el nuestro, y de la misma forma en
que rechazamos el postre, debemos de también aprender a rechazar ese
sentimiento de culpa o de estúpidos que nos destruye cuando la envida nos
corroe, porque no es culpa nuestra, es culpa de nuestros genes que buscan
motivarnos para ser más y (asumen que por ello buscaremos) tener mayor
descendencia (en la que ellos por supuesto irán de paquete).
Yo creo que una de las grandes
debilidades de nuestra especie es nuestro gran ego, nuestra incapacidad de
sabernos altamente limitados y estúpidos... Entendiendo por "estúpidos"
el hecho de seguir siendo muy limitados en nuestra capacidad de comprender a
fondo la realidad y de vivir sujetos a ciertas normas genéticas que nos pueden
hacer muy fácilmente víctimas de la irracionalidad sin que jamás nos demos
cuenta de ello.
Creo que cada quien es
"libre" de creer lo que quiera (como yo de creer esto). Pero pongo
libre entrecomillado, porque somos una especie sumamente predispuesta a creer
lo que se nos diga o enseñe... Si nos enseñan a que es bueno comernos a
nuestros seres queridos cuando mueren, es sumamente difícil que abandonemos esa
creencia. Pero creo que afortunadamente la misma posibilidad de transmitir
conocimientos hoy en día nos tiene en una posición de ventaja respecto a
generaciones pasadas, en el sentido de que tenemos a nuestra disposición
métodos precisos para calcular la posibilidad e incluso la probabilidad de
nuestras creencias, las abandonemos o no. Ahora sabemos con mucha precisión
cuál es la probabilidad de ganarnos la lotería y sin embargo seguimos jugando,
por ejemplo. El que crea que haber nacido en cierta fecha afecta notablemente
su destino y personalidad; el que crea que romper un espejo le va a traer mala
fortuna; el que crea que un señor de barba blanca sentado en una nube celestial
creó todo lo que existe; el que crea que la selección mexicana será la próxima
campeona del Mundo en Brasil 2014, etc. está en todo su derecho de creerlo,
pero debe de saber que su creencia tiene una determinada probabilidad de ser
incorrecta, y yo considero que la apuesta más prudente para vivir la vida es
apostarle a lo más probable o, en muchos casos, a lo menos improbable, aunque
contradiga toda la carga de creencias a la que fuimos expuestos desde muy
jóvenes, incluso desde nuestro nacimiento.
Finalmente, sugiero que nos
reconozcamos como lo que somos: seres vivos cuyo único fin en este Mundo es
sobrevivir. Valoremos y disfrutemos el hecho de quizás ser los primeros seres
vivos en este Planeta que tienen consciencia del Universo en el que viven, ello
por sí solo debe ser siempre razón de más para sentirnos orgullosos y
agradecidos con la suerte de haber nacido como parte de esta especie. Vivamos
una vida digna de ser recordada, pero estemos conscientes que por más que nos
recuerden, muy probablemente de ello jamás nos enteraremos. Vivamos con
dignidad, orgullosos de nuestros actos, y reconozcamos nuestros errores y
defectos sin vivir en un permanente estado de culpabilidad, que de ello se
alimentan muchas religiones, vividores, esquizofrénicos y fuerzas políticas en
este Planeta.