Un claro ejemplo de esta carencia fue en el último partido amistoso de preparación contra Italia, en que miles de mexicanos estuvieron presentes en Bélgica para dicho encuentro… únicamente para chiflar a la hora que se tocó el himno nacional italiano. Este tipo de detalles, seguramente le parecen chistosos e intrascendentes a muchos connacionales, lo cual únicamente muestra la gravedad del problema.
Se habla de que México no tiene un gran equipo porque no se fomentan las ligas entre los niños, porque las escuelas públicas no tienen infraestructura para practicar el deporte, porque los clubs no invierten lo suficiente en fuerzas básicas -que consideran una apuesta arriesgada-, porque nuestra alimentación es deficiente, etc. En el fondo, todo es cuestión cultural y cambiando nuestra típica visión mexicana “cortoplacista”, en todo lo que hagamos, por añadidura se cambiará el problema de nuestro fútbol. En otras palabras, la selección mexicana no es una isla ajena al entorno cultural mexicano, sino, al igual que el gobierno, es producto, precisamente, de ese entorno cultural.
En México, es costumbre nacional buscar los atajos para hacer las cosas con la menor cantidad de esfuerzo posible, no importando si eso reduce notablemente la calidad del producto. Todavía se tira basura por las ventanas de los automóviles o por la calle cuando se camina, se consume muchísima piratería, se recurre a engaños constantes para hacerse de recursos, se le roba al primero que se descuida y quien encuentra algo que no es suyo, difícilmente se preocupa por devolverlo o encontrar a su dueño. En fin, las cosas que ya todos sabemos.
La experiencia que me ha dejado la paternidad es que los niños son unas esponjas increíbles. Yo, antes de la paternidad, pensaba que el ejemplo era importante así como también era importante lo que les dices a tus hijos que deben hacer, en una proporción de 70%-30%. Que equivocado estaba, la proporción real ronda, mínimo, los 95%-5%. Lo peor de todo es que a pesar de ello, muchas veces cometemos el error de ordenarle a nuestros hijos que no hagan algo que nos ven hacer recurrentemente. Con ello, les causamos un doble daño, primero, educándolos con el mal ejemplo, y luego, a ser incongruentes y cínicos.
Con esto no me queda duda que el cambio es cultural, y difícilmente se podrá realizar de la noche a la mañana, sino que se requiere una nueva generación que reciba el ejemplo adecuado. Evidentemente esto tampoco es factible que suceda de una generación a otra, sino que deben transcurrir dos o tres generaciones comprometidas con una nueva cultura de madurez y respeto a uno mismo y a los prójimos. Una cultura que reconozca el valor de actuar con legitimidad, honestidad y responsabilidad.
Hasta que eso no pase, no creo que podamos ser campeones del Mundo. El simple hecho que la meta que se haya fijado sea llegar a un “quinto partido” (y que muchos lo dudemos) habla de nuestra mediocridad, por un lado, aunque buscándole un lado positivo, no deja de ser alentador el reconocimiento de las propias limitaciones, lo cual es un asomo de madurez.
No dejo de reconocer que México fue un país sumamente mediocre en su desempeño en las primeras copas del Mundo en que participó, de hecho, hasta 1970 calificó a la segunda ronda, y la buena noticia es que si hacemos un recuento de las actuaciones de 1970 a 2006, se ha mejorado en los números notablemente, y también veo en esta Selección más talento que en la del Mundial pasado.
Con esta selección, y mucha fortuna, podríamos llegar lejos, pero las probabilidades de ganar el Mundial aún las veo muy, pero muy, lejanas. Y es que no basta que se rompan la madre en la cancha, que demuestren inteligencia para jugar y le pongan todos los huevos que haya dentro de ellos, si dos meses antes del Mundial su vida era un desorden. Un jugador con clase mundial, debe ser un excelente jugador, por lo menos, unos 8 años antes de jugar un partido mundialista (lo ideal es toda la vida), si no, en la hora de la verdad "el cobre" saldrá a flote. Esa es la realidad. Ojalá lleguemos lejos, pero también espero que este tipo de eventos que tanto unen al país, nos sirvan para reflexionar profundamente y verdaderamente cambiar nuestra forma de encarar la vida y los retos (el más importante de ellos ser buen ejemplo para las nuevas generaciones), y no se nos olvide todo el día siguiente de la eliminación para empezar de “ceros” otra vez dentro de cuatro años.
Saludos!