EL FUTURO DEL DINERO.
Me llamó mucho la atención esta nota de Milenio (http://impreso.milenio.com/node/8635479), porque hace unos años le contaba a mi esposa que yo creía que en el futuro no muy lejano el dinero iba a dejar de existir de manera total y absoluta. Ni una sola moneda o billete iban a quedar en el Mundo más que en los museos y en tiendas de numismáticos. Me dijo que estaba loco… Pero más loco me creyó cuando le dije que no me refería a que todos íbamos a tener forzosamente una tarjeta de crédito o débito para poder hacer cualquier operación, sino que nosotros íbamos a ser el dinero, o en otras palabras técnicas, a traer el dinero y algún sistema de crédito integrados mediante algún avanzado dispositivo electrónico cuya base toral de funcionamiento sería la voluntad misma (además de su cualidad inalámbrica de transferencia de información en tiempo real).
Es un sistema lleno de riesgos y quien tuviera acceso ilimitado a la información que el sistema arrojaría, definitivamente sabría demasiado de cada uno de nosotros, en el mejor de los casos. Pero por otro lado es un sistema lleno de bondades que ayudaría mucho a controlar actividades ilícitas, como lavado de dinero, compraventa de armas y drogas, falsificación de dinero o evasión de impuestos.
¿Cómo se me ocurre que funcionaría? Fácil, a cada persona en algún momento de su vida (presumiblemente al nacer) le sería “instalada” la aplicación y le sería asignado un número único de “usuario” y a partir de ese momento tendría su “cuenta” interna de recursos. Obviamente dicha “cuenta” tendría subcuentas que podría utilizar libremente (como una especie de cuenta de “débito” y otra u otras de “crédito” proporcionadas y abiertas en dicho dispositivo por una o varias instituciones financieras).
De igual forma, al momento de crearse una “persona jurídica” como una “sociedad anónima”, al igual que a un recién nacido, se le crearía una cuenta “única”, que estaría presente en todas sus transacciones monetarias, independientemente de la cantidad de “sub-cuentas” que tuviera dentro de ella.
En otras palabras, todos los humanos seremos una especie de monederos electrónicos complejos, a los cuales se nos implementará un chip en el que se registrará electrónicamente la cantidad de dinero y de crédito que tengamos disponibles. Lo más interesante de este sistema es que estará directamente vinculado con nuestro cerebro, y funcionará exclusivamente en base a la voluntad. Idealmente no habrá ya ninguna firma, todo será electrónico y mediante impulsos de voluntad. (Que en realidad es lo que actualmente ya hacemos cuando damos click en “acepto” al hacer una compra en línea)
No cabrá ningún tipo de dinero fuera de este sistema de chips. Desaparecerán las monedas de los países, será una unidad única de dinero y todos los precios del Mundo se fijarán en base a esa unidad.
Todos los chips estarán conectados a un “main frame” internacional, que tendrá control permanente y absoluto sobre todos los miles de millones movimientos que diariamente se realicen entre los chips. Este “main frame” será administrado por un grupo secreto de personas que se resguardarán con la máxima secrecía posible.
Existirán regulaciones concretas y muy estrictas sobre la privacidad con que se manejará toda la información correspondiente. Evidentemente, existirán también muchos riesgos, tal y como siempre han existido desde que se inventó el dinero, siendo el ejemplo más tradicional “robo a mano armada” y más recientemente la falsificación de dinero, clonación de tarjetas de crédito y los fraudes cibernéticos. En el futuro, con este nuevo sistema también habrá quien busque la forma de hacerse ilegítimamente de dinero o explotar la información sobre en qué se gasta cada quien su dinero.
Una cuestión muy interesante de este dinero, es que en la práctica seguirá manteniendo su carácter de “fungible”, es decir, que puede ser reemplazado en el pago, por otro de la misma especie, calidad y cantidad. Aunque, en realidad, todo dinero, desde que se genera “electrónicamente” podría también ser perfectamente rastreable en todo momento.
El segundo paso sería que dentro de este sistema también quedarían registrados tus bienes inmuebles y muebles, volviéndose casi obsoletas figuras como las “Escrituras Públicas” y hasta las facturas. En ese tenor, dentro del chip cabría otro apartado de bienes con sus diferentes divisiones, y yo “portaría” la legitimidad de mi patrimonio conmigo a través de mi chip.
Así las cosas, por ejemplo, cuando alguien llegara a una tienda departamental o a algún supermercado a hacer sus compras, al pasar a cajas y ver la cuenta solo tendría que tener un “acto de voluntad” cerebral para pagar la cuenta. Este acto pudiera en un comienzo acompañarse de un acto físico como el presionar un “acepto” en alguna pantalla, usar la huella digital, mediante un escaneo de retinas, o un simple “acepto” vocalizado, pero no creo que fuera necesario. Además, cada usuario decidiría en ese momento, con que “sub-cuenta” realiza el pago correspondiente, suponiendo que tuviera varias, pudiendo ser alguna de ellas de crédito.
La clave de este sistema es que la prueba fundamental de la expresión de la voluntad no esté ligada a un acto adquirible mediante coerción, como una palabra, una clave o una firma, porque con una pistola en la mano cualquiera pudiera obligar a otro a externar dicha voluntad “en contra” de su voluntad, valga la aparente redundancia. Tendría que buscarse y encontrarse otro mecanismo vinculado directamente al cerebro que permitiera al sistema verificar en qué momento realmente se está teniendo la voluntad de hacer la transacción mercantil, para proceder a realizarla electrónicamente.
El típico caso del niño pobre que pide dinero en una esquina o del “limpia vidrios” o del “viene-viene” de los estacionamientos, se resolvería con la voluntad de transferirle 5 pesos (o unidades) a su cuenta a dicha persona, en el momento en que nos lo pidiera, quizá todavía por costumbre, estirando la mano. De forma inmediata, electrónica, intangible e inalámbrica esos 5 pesos (o unidades) cambiarían de nuestra cuenta a su cuenta.
Quizá sería muy difícil que “cerrando los ojos” pudieras ver el balance de tu cuenta de forma inmediata, pero no así que éste balance apareciera en un dispositivo electrónico físico como un reloj, un celular o una computadora portátil, por ejemplo.
Cuando quisieras vender o comprar un coche o un automóvil sería exactamente lo mismo, y en caso de que una institución financiera te prestara para hacerlo, sería una triangulación entre “cuentas virtuales”. El vendedor recibe en su cuenta interna el dinero de parte del banco, tú recibes dentro de tu patrimonio en tu cuenta la propiedad y posesión del bien que compras y a la vez te obligas a pagar al banco cada determinado tiempo (semana, mes, año, etc.) una cantidad determinada que será descontada automáticamente de tu cuenta en la fecha acordada. ¿Factible? Bastante creo yo…
Pero se los comparto a ver qué opinan, sobre todo teniendo en cuenta su expertise en áreas que definitivamente ser verían involucradas en este “pequeño gran” cambio en nuestra forma de concebir el dinero…
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