martes, 9 de marzo de 2010

Mi historia en el Colegio Inglés Hidalgo

Con motivo de los 25 años del Colegio Inglés Hidalgo se nos invitó a compartir de manera breve nuestra experiencia por nuestro paso en dicha institución educativa. Transcribo el texto que envié a los organizadores de dicho ejercicio:

Cuando entré a estudiar al Colegio Inglés Hidalgo venía de estudiar la secundaria en la Ciudad de México y estaba bastante renuente de haber regresado a vivir a Guadalajara. Cuando llegué al Colegio por primera vez a hacer mi examen de admisión, probablemente entre abril y mayo del año 1994, recuerdo que me llamó la atención que los salones tenían pocos espacios, no más de 30 si mal no recuerdo, mientras que en el Colegio en el que estudiaba la secundaria en el D.F. tenía alrededor de 50 alumnos en cada salón. Otro detalle que captó mi atención fue también el tipo de pupitres, muchos más nuevos y amplios que aquellos a los que estaba acostumbrado. Finalmente observé que había una especie de canchita de fútbol atrás, (el famoso “potrero”), en lo que parecía una oportunidad inmejorable de practicar constantemente lo que era mi deporte favorito.
Fuera de eso, a todo lo demás trataba de encontrarle algo negativo pues, insisto, no quería mudarme de ciudad pues consideraba que ya tenía “hecha mi vida” en la Ciudad de México y -como la mayoría de los humanos cuando se enfrentan a cambios difíciles- no concebía un futuro mejor en cualquier otro lugar y no tenía el más mínimo entusiasmo en entrar a estudiar al Colegio Inglés Hidalgo, por lo que en ese sentido, mi relación con el Colegio empezaba con el pie izquierdo.
Aquí quisiera detenerme para reflexionar un poco sobre la etapa de la educación media, la cual coincide con la adolescencia, y considero se vuelve clave en la vida de una persona desde tres puntos de vista básicos, a saber: El primero es el meramente académico, es decir, el que tiene que ver con los conocimientos que pueda uno adquirir para entender cómo funciona el mundo en el que vivimos y que, además, nos sirven de base para decidir con fundamento cuál será el rumbo profesional que seguiremos. El segundo punto de vista, es el que tiene que ver con los valores y la formación que nos completa como seres humanos. El tercer punto de vista, es el que tiene que ver con las relaciones personales y amistades que formamos en dicha etapa. ¿Cuál de estos tres aspectos de ir a la escuela es el más importante? Para mí todos son igualmente importantes y ningún aspecto puede ni debe desestimarse cuando se tiene el compromiso de educar a esos “niños grandes” o “adultos pequeños”, que es lo que somos en la adolescencia, que coincide con las etapas de la secundaria y el bachillerato que brinda el Colegio Inglés Hidalgo.
En el nivel de calidad de los tres ámbitos, el Colegio Inglés Hidalgo tiene gran injerencia, pues se encarga de seleccionar al personal docente, de establecer las normas de disciplina (y hacerlas cumplir) y de seleccionar a los alumnos que admiten para estudiar en él.
En ese sentido, mi experiencia en el Colegio Inglés Hidalgo fue enriquecedora en los tres aspectos, pues se me brindó educación de calidad en el aspecto académico, se me inculcaron valores humanos, respeto y disciplina, y por último, se me brindó la oportunidad de conocer a grandes personas que a la fecha, dieciséis años después de haber entrado al Colegio, siguen siendo grandes amigos, de hecho, mi mejor amiga del Colegio Inglés Hidalgo, es mi esposa desde hace seis años.
Debo reconocer que una parte importante de que este éxito fuera posible era gracias a la personalidad de la Directora, la maestra Conchita, que era una persona muy profesional en su labor. Precisamente una de las anécdotas que quiero mencionar se dio ya cerca de terminar el bachillerato, en quinto o sexto semestre, cuando fui a comer a la casa de la maestra Conchita, y de su esposo, Emilio. La directora nos daba una clase en ese semestre sobre desarrollo humano o un tema afín, y una vez a la semana a uno de los alumnos nos tocaba ir a comer a su casa. Me acuerdo que cuando me enteré de ambas cosas, de la clase y de lo de la comida, sentí un escalofrío, ya que durante los dos años previos la palabra Conchita era sinónimo de disciplina y de pánico. Todos le sacábamos la vuelta y sabíamos que si te portabas lo suficientemente mal podrías pagar el precio de ser reprendido por la mismísima Conchita. Recuerdo que en El Príncipe, Maquiavelo recomienda que los súbditos deben tener respeto y miedo y, en el peor de los casos, con el miedo es suficiente. Conchita conseguía inspirar ambas sensaciones, pero sin duda la segunda con mayor agudeza. Afortunadamente era por orden alfabético y, por ende, fui de los últimos en ir, lo cual me permitió constatar que los demás compañeros, de entrada, regresaban vivos y que, además, decían que no les había ido tan mal. Para un adolescente de 17 años como yo, de todos modos fue una experiencia especial, pues ella formaba parte de otro universo ajeno al mío, y entrar en un espacio tan íntimo como su casa me hizo sentir verdaderamente parte de esa institución llamada Colegio Inglés Hidalgo. Había compañeros que buscaron casi toda clase de pretextos para no ir, y de hecho se burlaban de quienes sí lo hacíamos, pero para mí fue una buena experiencia que todavía recuerdo con lujo de detalles, con los que podría llenar, quizás, varias cuartillas.
Las demás anécdotas que más recuerdo y que más me hacen reír, son un mal ejemplo para otros estudiantes que puedan leer este libro, y para mis hijas que quizá algún día lean estas palabras, ya que debo confesar que fui un alumno un poco vago, y que tenía varios cómplices para complementar las vagancias, sin llegar a extremos, aclaro. Solo me basta decir que mis tres años en el Inglés Hidalgo estuvieron llenos de grandes vivencias personales y lograron que mi etapa de bachillerato fuera realmente inolvidable. Formé parte, dos de los tres años que estuve allí, de la sociedad de alumnos como encargado de actividades deportivas, lo cual me permitió organizar varios torneos de fútbol y de basquetbol, también conocí muchas hermosas mujeres y me casé con la más bella de todas las que he conocido en mi vida, formé grandes amistades -las cuales no solo conservo sino que he fomentado aún más-, organizamos buenos eventos y borracheras, llevamos varias serenatas, en fin, fueron grandes días que marcaron mi vida de una forma indudablemente positiva.
Así las cosas, debo decir que el Inglés Hidalgo forma parte indeleble de mi vida y de mis seres más cercanos. Tan solo en mi familia carnal tuvimos un acumulado de 13 años en el Colegio. Yo estuve toda la preparatoria y mis hermanos, César y Jorge, estudiaron 4 y 6 años, respectivamente, mientras que entre mi esposa y mis tres cuñados estuvieron un total de 20 años estudiando en el Colegio. De esa forma, empezando por mi cuñado mayor que entró en 1991 y terminando por mi cuñada menor que se graduó en el año 2007, son 17 años ininterrumpidos en que, entre mi familia carnal y mi familia política, he estado en permanente contacto, directo o indirecto, con esta noble institución.
Además de lo anterior, hace algunos años fui nombrado, en una especie de asamblea o reunión de exalumnos, como “Presidente de la Sociedad de Exalumnos” del Colegio Inglés Hidalgo y aunque desconozco si lo sigo siendo, he sido invitado varias veces a la ceremonia de graduación de los alumnos de la preparatoria para dirigirles unas palabras, en algo que para mí siempre es un gran honor y que seguiré haciendo siempre que me sea posible. De igual forma, estoy seguro que el Colegio Inglés Hidalgo seguirá apostándole a la gran calidad formativa desde los tres aspectos que mencioné, consolidándose como una gran opción para los padres que quieren poner a sus hijos en buenas manos.

SALVADOR ROMERO ESPINOSA

1 comentario:

Unknown dijo...

Por cierto, yo duré 5 años en el colegio y considero que la prepa técnica fue buena en el area económico-administrativa pero en el area de matemáticas y física estuvo del nabo. De eso me di cuenta cuando entré a estudiar ingeniería y compañeros de otras escuelas venían mucho mejor preparados que yo en eso (gracias, Flori). Igualmente llegué muuuy escéptico al colegio, pero después de algunos años le tomé mucho cariño.