sábado, 20 de marzo de 2010

Un Mundo sin Gobierno, Fronteras, Democracia, ni Religiones

Me parece interesante la idea, pero imposible de sostener a mediano y largo plazo, ya que incluso pensando en que pudieran llegar a terminarse Estados y Religiones (el concepto “Estado” incluye Gobiernos y Fronteras), sería cuestión de tiempo para que instituciones similares los suplantaran gradualmente, por una simple y sencilla razón: la naturaleza humana.

Empero, antes de profundizar en ello me gustaría hacer una pequeña reflexión: ¿La terminación de los Estados y las Religiones es un fin o un medio? Si fuera un fin, no le veo otro sentido que el de ir acorde con la “generación del no”: no a las fronteras, no al gobierno, no a la religión, no al matrimonio, no a la sociedad, no a los estereotipos, no a los cambios, no a los fresas, no a los nacos, no a los "hipsters", no a que todo se quede igual, no al capitalismo, no al socialismo, no a la democracia, no al totalitarismo, no al absolutismo, no a la anarquía… y, consecuentemente, sí a un Mundo sin gobiernos, fronteras ni religiones… ¿por qué? Pues porque suena interesante, ¿no?…

Si por otro lado, la concepción de esta idea surge como un medio, sería importante que al proponerlo se añadiera el fin y, quizás también, justificar un poco cómo es que ese vehículo nos llevaría a él. ¿Cuál o cuáles pudieran ser esos fines? Se me ocurren como válidos algunos cuantos, aunque pudiera haber muchos más, a saber: La felicidad de todos (adiós tristezas y amarguras); el fin del hambre y la pobreza (todo humano con alimento en su mesa siempre); el fin de la maldad (que no quede ni un gobernante corrupto, religioso sin escrúpulos, ni asesino en píe sobre la Tierra); el fin de las armas y los ejércitos (que no se vuelvan a emplear recursos en armamentos de ningún tipo, ya que al no haber fronteras, no habría Estados que preservar); el fin de las represiones y la esclavitud, etc.

Pero, independientemente de que ésta sea concebida como fin o como medio, regresemos al tema de la factibilidad natural de la idea. Estoy plenamente convencido que va en contra de la naturaleza humana, porque el ser humano, desde antes de existir como tal y durante millones de años de evolución, ha generado un cuerpo y un cerebro con necesidades básicas. Entre esas necesidades están las meramente fisiológicas, como respirar, comer, beber, defecar, orinar y dormir. Sin atenderlas o desarrollarlas, mueres. Pero también hay otras necesidades, muchas de las cuales también compartimos con cualquier ser vivo como las necesidades de vivir y de preservar la especie (instintos de supervivencia y reproducción). ¿Por qué la idea de no Estados ni Religiones pudiera ser insostenible?, porque creo que su mantenimiento requiere una armonía absoluta entre los seres humanos en todo sentido, en sus metas, objetivos, formas de pensar, ideales, manera de trabajar, etc., lo cual es a todas luces imposible. ¿Cuándo empezaría a desmoronarse un Mundo así? Se me ocurren decenas de factores, pero entre los básicos serían que nunca van a dejar de existir:
- Personas que quieran aprovecharse del trabajo de otro u otros.
- Personas supersticiosas que se van a creer en cosas que no se pueden ver o demostrar.
- Personas que creerán en la existencia de una Fuerza Suprema.
- Personas que digan ser profetas e, incluso, mesías.
- Personas ambiciosas dispuestas a mucho o a todo por tener más (poder, dinero, etc.)
- Personas dispuestas a organizarse para proteger sus intereses:
- Personas dispuestas a ceder parte de su voluntad a un líder que consideren fiable;
- Personas con cualidades de líderes (buenos o malos).
- Líderes que no compartan las mismas ideas u objetivos y que decidan separarse, cada uno llevándose a sus seguidores a lados opuestos;
- Personas que se odien mutuamente y dispuestas a pelear por ese simple hecho.
- Personas que cometan alguna injusticia o crueldad.
- Personas que deseen reproducirse o tener sexo con la misma persona.
- Personas que deseen a la pareja de otro.
- Personas dispuestas a morir por defender a su familia de cualquier situación que perciban como amenaza.
- Personas que estén en contra de todo, incluyendo que no haya Estados ni Religiones, y que van a pugnar porque los haya.
- Personas simplemente locas, que todo lo que quieran sea ver  arder al Mundo.

Creo que si lográramos garantizar que dejarían de existir todo este grupo de personas, entonces se podría garantizar a largo plazo la sustentabilidad del Mundo sin Estado, sin Democracia y sin Religiones, pero partiendo de la premisa de la naturaleza humana, si se llegara lograr un Mundo así, ¿cuánto podría durar este Mundo y cuánto tardaríamos en buscarle nuevos nombres a las mismas instituciones?, ¿siglos?, ¿años?, ¿meses?... ¿días? Estoy seguro que mucho menos de los 10,000 años que lleva la configuración actual, y eso excluyendo los miles de años previos en que el Estado era el líder del clan y la Religión el chamán. También estoy convencido que es más factible un Mundo con un solo Estado y una sola Religión -con todo y el escalofrío que me causa pensar en esa idea- que un Mundo sin ellos. Así las cosas, proponer un Mundo sin Estados ni Religiones podría ser tan sustentable como proponer un Mundo en el que nadie defecara, que de entrada suena bonito en términos ecológicos ya que si 7,000 millones de humanos desechamos en promedio unos 300 grs. diarios de excremento, equivale a que diariamente producimos 2 millones 100 mil toneladas de desechos orgánicos, cuya erradicación sería genial, pero imposible, porque va contra la misma naturaleza humana.

Creo que el fin a perseguir debe ser un Mundo lo más justo posible, en que todos entendamos que el bienestar del prójimo, de manera directa e indirecta, también contribuirá a mi bienestar. Un mundo en que la gente tenga acceso a los incentivos adecuados para realizar bien su trabajo y para respetar el trabajo de los demás, en que la gente pueda realizar la actividad profesional que mejor le parezca y convenga; en que se generen condiciones para que todos puedan tener acceso a recursos para tener comida en su mesa; en que la gente pueda elegir y remover a sus líderes libremente; en que la gente pueda creer lo que quiera y manifestar sus ideas libremente, en que se castigue a todos los que violenten estos principios y en el que se reconozcan y respeten los derechos humanos de todas las personas. El buscar los mecanismos y las instituciones que eviten la existencia de gente muriendo de hambre; de gente privada de su vida o de su libertad sin juicio justo previo; de gente obligada a trabajar sin remuneración alguna; de mujeres con su clítoris mutilado al nacer; de gente obligada desde que nace a profesar un credo religioso; de gente que muere por no tener acceso a medicina o una intervención médica adecuada, etc., son fines loables e interesantes que perseguir y que no se lograrán con la “simple” desaparición de los estados y las religiones, y que incluso pudieran agravarse.

En mi punto de vista, los Estados democráticos y liberales, son la aproximación más cercana a un Mundo de tolerancia y de paz, en donde las mayorías eligen gobernantes que no gobiernen exclusivamente para ellas, en donde las minorías son respetadas y toleradas, y sus derechos garantizados. En donde ser parte de la mayoría no signifique ser todopoderoso ni infalible, y ser parte de las minorías no signifique vivir al margen de las decisiones sociales o estigmatizado. Un Estado con instituciones lo suficientemente fuertes y responsables para garantizar que el Gobierno en turno respete a todos y gobierne para todos, es lo que debemos buscar y dejar de soñar con la anarquía que difícilmente puede llevar a algo bueno a la humanidad.

Yo por mi parte, les aseguro que si en el 2012 desaparecieran ambas instituciones, y posteriormente alguien entrara sin permiso a mi casa para robarme o dañarme a mi o a mi familia, yo, lejos de recibirlo con un “¡bienvenido hermano, se acabaron las fronteras!”, no dudaría en defenderme hasta mi muerte, y ese escenario sería el principio del fin del Mundo que se plantea.

martes, 9 de marzo de 2010

Mi historia en el Colegio Inglés Hidalgo

Con motivo de los 25 años del Colegio Inglés Hidalgo se nos invitó a compartir de manera breve nuestra experiencia por nuestro paso en dicha institución educativa. Transcribo el texto que envié a los organizadores de dicho ejercicio:

Cuando entré a estudiar al Colegio Inglés Hidalgo venía de estudiar la secundaria en la Ciudad de México y estaba bastante renuente de haber regresado a vivir a Guadalajara. Cuando llegué al Colegio por primera vez a hacer mi examen de admisión, probablemente entre abril y mayo del año 1994, recuerdo que me llamó la atención que los salones tenían pocos espacios, no más de 30 si mal no recuerdo, mientras que en el Colegio en el que estudiaba la secundaria en el D.F. tenía alrededor de 50 alumnos en cada salón. Otro detalle que captó mi atención fue también el tipo de pupitres, muchos más nuevos y amplios que aquellos a los que estaba acostumbrado. Finalmente observé que había una especie de canchita de fútbol atrás, (el famoso “potrero”), en lo que parecía una oportunidad inmejorable de practicar constantemente lo que era mi deporte favorito.
Fuera de eso, a todo lo demás trataba de encontrarle algo negativo pues, insisto, no quería mudarme de ciudad pues consideraba que ya tenía “hecha mi vida” en la Ciudad de México y -como la mayoría de los humanos cuando se enfrentan a cambios difíciles- no concebía un futuro mejor en cualquier otro lugar y no tenía el más mínimo entusiasmo en entrar a estudiar al Colegio Inglés Hidalgo, por lo que en ese sentido, mi relación con el Colegio empezaba con el pie izquierdo.
Aquí quisiera detenerme para reflexionar un poco sobre la etapa de la educación media, la cual coincide con la adolescencia, y considero se vuelve clave en la vida de una persona desde tres puntos de vista básicos, a saber: El primero es el meramente académico, es decir, el que tiene que ver con los conocimientos que pueda uno adquirir para entender cómo funciona el mundo en el que vivimos y que, además, nos sirven de base para decidir con fundamento cuál será el rumbo profesional que seguiremos. El segundo punto de vista, es el que tiene que ver con los valores y la formación que nos completa como seres humanos. El tercer punto de vista, es el que tiene que ver con las relaciones personales y amistades que formamos en dicha etapa. ¿Cuál de estos tres aspectos de ir a la escuela es el más importante? Para mí todos son igualmente importantes y ningún aspecto puede ni debe desestimarse cuando se tiene el compromiso de educar a esos “niños grandes” o “adultos pequeños”, que es lo que somos en la adolescencia, que coincide con las etapas de la secundaria y el bachillerato que brinda el Colegio Inglés Hidalgo.
En el nivel de calidad de los tres ámbitos, el Colegio Inglés Hidalgo tiene gran injerencia, pues se encarga de seleccionar al personal docente, de establecer las normas de disciplina (y hacerlas cumplir) y de seleccionar a los alumnos que admiten para estudiar en él.
En ese sentido, mi experiencia en el Colegio Inglés Hidalgo fue enriquecedora en los tres aspectos, pues se me brindó educación de calidad en el aspecto académico, se me inculcaron valores humanos, respeto y disciplina, y por último, se me brindó la oportunidad de conocer a grandes personas que a la fecha, dieciséis años después de haber entrado al Colegio, siguen siendo grandes amigos, de hecho, mi mejor amiga del Colegio Inglés Hidalgo, es mi esposa desde hace seis años.
Debo reconocer que una parte importante de que este éxito fuera posible era gracias a la personalidad de la Directora, la maestra Conchita, que era una persona muy profesional en su labor. Precisamente una de las anécdotas que quiero mencionar se dio ya cerca de terminar el bachillerato, en quinto o sexto semestre, cuando fui a comer a la casa de la maestra Conchita, y de su esposo, Emilio. La directora nos daba una clase en ese semestre sobre desarrollo humano o un tema afín, y una vez a la semana a uno de los alumnos nos tocaba ir a comer a su casa. Me acuerdo que cuando me enteré de ambas cosas, de la clase y de lo de la comida, sentí un escalofrío, ya que durante los dos años previos la palabra Conchita era sinónimo de disciplina y de pánico. Todos le sacábamos la vuelta y sabíamos que si te portabas lo suficientemente mal podrías pagar el precio de ser reprendido por la mismísima Conchita. Recuerdo que en El Príncipe, Maquiavelo recomienda que los súbditos deben tener respeto y miedo y, en el peor de los casos, con el miedo es suficiente. Conchita conseguía inspirar ambas sensaciones, pero sin duda la segunda con mayor agudeza. Afortunadamente era por orden alfabético y, por ende, fui de los últimos en ir, lo cual me permitió constatar que los demás compañeros, de entrada, regresaban vivos y que, además, decían que no les había ido tan mal. Para un adolescente de 17 años como yo, de todos modos fue una experiencia especial, pues ella formaba parte de otro universo ajeno al mío, y entrar en un espacio tan íntimo como su casa me hizo sentir verdaderamente parte de esa institución llamada Colegio Inglés Hidalgo. Había compañeros que buscaron casi toda clase de pretextos para no ir, y de hecho se burlaban de quienes sí lo hacíamos, pero para mí fue una buena experiencia que todavía recuerdo con lujo de detalles, con los que podría llenar, quizás, varias cuartillas.
Las demás anécdotas que más recuerdo y que más me hacen reír, son un mal ejemplo para otros estudiantes que puedan leer este libro, y para mis hijas que quizá algún día lean estas palabras, ya que debo confesar que fui un alumno un poco vago, y que tenía varios cómplices para complementar las vagancias, sin llegar a extremos, aclaro. Solo me basta decir que mis tres años en el Inglés Hidalgo estuvieron llenos de grandes vivencias personales y lograron que mi etapa de bachillerato fuera realmente inolvidable. Formé parte, dos de los tres años que estuve allí, de la sociedad de alumnos como encargado de actividades deportivas, lo cual me permitió organizar varios torneos de fútbol y de basquetbol, también conocí muchas hermosas mujeres y me casé con la más bella de todas las que he conocido en mi vida, formé grandes amistades -las cuales no solo conservo sino que he fomentado aún más-, organizamos buenos eventos y borracheras, llevamos varias serenatas, en fin, fueron grandes días que marcaron mi vida de una forma indudablemente positiva.
Así las cosas, debo decir que el Inglés Hidalgo forma parte indeleble de mi vida y de mis seres más cercanos. Tan solo en mi familia carnal tuvimos un acumulado de 13 años en el Colegio. Yo estuve toda la preparatoria y mis hermanos, César y Jorge, estudiaron 4 y 6 años, respectivamente, mientras que entre mi esposa y mis tres cuñados estuvieron un total de 20 años estudiando en el Colegio. De esa forma, empezando por mi cuñado mayor que entró en 1991 y terminando por mi cuñada menor que se graduó en el año 2007, son 17 años ininterrumpidos en que, entre mi familia carnal y mi familia política, he estado en permanente contacto, directo o indirecto, con esta noble institución.
Además de lo anterior, hace algunos años fui nombrado, en una especie de asamblea o reunión de exalumnos, como “Presidente de la Sociedad de Exalumnos” del Colegio Inglés Hidalgo y aunque desconozco si lo sigo siendo, he sido invitado varias veces a la ceremonia de graduación de los alumnos de la preparatoria para dirigirles unas palabras, en algo que para mí siempre es un gran honor y que seguiré haciendo siempre que me sea posible. De igual forma, estoy seguro que el Colegio Inglés Hidalgo seguirá apostándole a la gran calidad formativa desde los tres aspectos que mencioné, consolidándose como una gran opción para los padres que quieren poner a sus hijos en buenas manos.

SALVADOR ROMERO ESPINOSA