jueves, 1 de marzo de 2012

Evolución y Derecho Natural - 1ra Parte

El ser humano es producto de, al menos, decenas de millones de años de evolución, aunque podemos reconocer que la línea evolutiva de la cual surgió en “Homo sapiens sapiens” debe tener cerca de 5 millones de años. De hecho, el rango evolutivo actual se alcanzó “apenas” hace 200,000 años, edad de los restos humanos más antiguos que se hayan encontrado.


Para entender el Derecho, debemos entender lo que pasó en esos 5 millones de años desde que las especies de homínidos que nos precedieron tuvieron que descender de los árboles y adaptarse a vivir en tierra firme. En esos 5 millones de años fueron necesarias muchas adaptaciones evolutivas que permitieran sobrevivir, generación tras generación, a esos primero homínidos completamente inadaptados a su nuevo hábitat. Prácticamente todas las características que nos definen actualmente como seres humanos, y de las que nos sentimos tan orgullosos, al grado de no considerarnos animales o, en el peor de los casos, considerarnos como el “único animal racional”, se las debemos a ese periodo de adaptación y evolución de 5 millones de años hasta llegar a ser quienes somos desde hace 200,000 años.

El “Derecho” es producto de la evolución, de la misma manera que lo es nuestro gran cerebro, nuestra capacidad gutural, nuestros órganos sexuales, nuestra capacidad de caminar erguidos, nuestros ojos, nuestro tamaño, etc., etc., etc… Para poder entender el “Derecho”, debemos primero entender su origen, y debemos tener muy claro que el Derecho está y siempre debe estar al servicio del ser humano y nunca viceversa.

Cada rasgo, cada comportamiento, cada detalle de cada ser vivo sobre la faz de la Tierra tiene una explicación. Desde la Teoría de la Selección Natural y hasta la fecha, se han podido explicar decenas de miles de comportamientos y características de los seres vivos que, sin la luz de esa teoría, eran inexplicables, al menos epistemológicamente.

El Derecho, al igual que los complejos diques de los castores, tiene necesariamente una explicación evolutiva: Existe porque es, o al menos fue durante demasiado tiempo, necesario para la supervivencia de nuestra especie y, muy probablemente, de especies que nos precedieron. Es muy probable que Homo Sapiens arcaicos (como el Hombre de Steinheim) y quizás otros antes que ellos, desarrollaran las nociones del Derecho que son la base y el sustento del Derecho actual.

Exactamente de la misma forma que la noción de Derecho, la noción de Moral debe ser producto de la evolución de, por lo menos, esos referidos 5 millones de años. Existen tratados que señalan que la moral no es otra cosa que selección natural: Los homínidos que eran más cooperativos con su grupo social, eran los que tenían más probabilidades de sobrevivir y transmitir sus genes a la siguiente generación. Repite esta fórmula durante millones de años y obtendrás un “sentido de la cooperación” que ahora se traduce en “moral”. Esa “brújula” que solemos llamar “conciencia” es producto de millones de años de evolución, que fueron inclinando a nuestros antepasados no a “hacer el bien” sino a “cooperar para sobrevivir”, a no “dañar a su prójimo innecesariamente”, a “defenderse en grupo”, etc., etc. Imaginémonos justo en este momento que nos encontramos desnudos con otros 11 humanos, sin herramientas, con una menor inteligencia y debiendo luchar por la comida con leones, tigres y guepardos. ¿Qué hacemos? Supongamos que 2 de ellos (una hembra y un varón) dicen: “Nosotros nos las arreglamos solos” y toman un camino diferente, los otros 10 deciden agruparse y planear alguna manera de sobrevivir, ayudándose unos a otros. ¿Quiénes tendrán más probabilidades de sobrevivir en un medio ambiente completamente hostil?

He ahí una explicación muy lógica para la “moral humana”: Es producto de la evolución, fue necesaria para sobrevivir, y solamente aquellos que, al menos en términos generales, estaban dispuestos a ayudar, a no engañar, a no traicionar, a no matar y de respetar al prójimo hasta donde les fuera posible para tener posibilidades de reproducirse, fueron los que efectivamente lograron transmitir sus genes a la siguiente generación, quienes por consecuencia eran más proclives a tener esta “capacidad de ser buenos”.

Pero no somos “buenos” porque haya sido nuestro gusto serlo, sino porque era necesario desarrollar esa bondad que abarcara más allá de nuestros propios hijos (hacía los cuales no hay animal “malo”), porque somos una especie que evolucionó a base de entender (bajo pena de morir sin reproducirse) que nos necesitábamos los unos a los otros mucho más que otras especies de animales que había evolucionado bajo esquemas más egoístas. No somos únicos, existen especies como las hormigas en que la necesidad de cooperación fue tan grande, que gran parte de su población (hormigas obreras o soldado) nacen estériles y únicamente trabajan para que la llamada “Reina” pueda reproducirse con los “machos alados”. Sin embargo, nadie pudiera definir a las hormigas obreras como “moralmente buenas” ¿o si? Bueno, pues hacerlo con los humanos es exactamente lo mismo. No somos “moralmente buenos”, somos, en todo caso, “evolutivamente buenos”, y nuestra moral o nuestra conciencia, son productos de la evolución, como nuestros ojos.

Evidentemente, así como hay personas ciegas, mudas o sordas, también existen personas insensibles al dolor ajeno, crueles y “malas” per se, sin ninguna otra motivación para ser malas que el hecho de serlo. Pero muchas otras personas que se les ha clasificado como “malas”, en realidad estaban únicamente siguiendo un instinto de preservación. ¿Se le puede llamar “malo” al padre de familia que, al ser su casa atacada por unos asaltantes dispuestos a matar y/o violar a su esposa e hijos decide matarlos? Tal vez sea llamado malo por la esposa e hijos de esos asaltantes, o tal vez sea llamado malo en muchos otros contextos, como si él era negro y los asaltantes blancos, o él era judío y los asaltantes cristianos, etc., etc. Pero en realidad, su instinto de supervivencia se sobrepuso (como en casi cualquier ser vivo) a su instinto de ser cooperativo y bueno con otros de su misma especie.

Lo que llamamos “moral” es un instinto que evolucionó durante millones de años y que nos dice, palabras más palabras menos: “Tienes que ser cooperativo con los demás humanos porque ello es necesario para tu supervivencia, siempre y cuando ello no ponga absurdamente en riesgo tu propia vida y la de tus hijos”.

Así las cosas, y muy probablemente de manera conjunta con el desarrollo de esa noción evolutiva de “ser bueno con el prójimo para poder sobrevivir”, se desarrolló también, generación tras generación, un cerebro mayor a pesar de su gran consumo calórico. Entre las grandes ventajas, o quizás dos de las más grandes necesidades del ser humano que le dieron forma a nuestro cerebro actual se encuentran:

- La capacidad de abstracción.

- La capacidad de una detallada comunicación.

Aunque quizá la segunda sea una especie de la primera, para efectos prácticos diremos que ambas necesidades debieron traer como consecuencia el perfeccionamiento del cerebro hasta llegar a conformarse el que actualmente tenemos. El cerebro no es perfecto y como todo órgano que ha evolucionado producto de la selección natural, el cerebro, a pesar de su gran tamaño se desarrolló para funcionar la mayor parte del tiempo en “automático”, a través de atajos que ahorren la mayor energía posible. Ello tiene consecuencias negativas, sin duda, pero que no superan a las positivas (eso es muy importante en términos evolutivos) y con las cuales hemos aprendido, como especie, a vivir durante, al menos, los últimos 200,000 años. Sin embargo, el hecho de que recientemente hayamos podido conocer con mucho detalle el funcionamiento del cerebro, también nos ha permitido explicar muchos de nuestros prejuicios e irracionalidades constantes que cometemos en nuestra vida diaria. También nos ha permitido comprender por qué, cuando tomamos una decisión la percibimos como de origen etéreo e inmaterial. Retomando el ejemplo del Premio Nobel Daniel Kahneman, aunque es tu mano la que toma el salero, no percibes este evento en términos de una cadena de causalidad física. Lo experimentamos más bien como una acción ocasionada por una decisión que hizo un "tu" ajeno al cuerpo, simplemente porque ese "tu" quería ponerle sal a la comida. El psicólogo Paul Bloom señaló que el cerebro humano está preparado de manera innata para separar las causalidades físicas de las intencionales, de tal manera que "percibimos el mundo de los objetos como esencialmente separado del mundo de las mentes, haciendo para nosotros posible visualizar almas sin cuerpos y cuerpos sin almas.".

Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el Derecho? Pues bien, para efecto de poder comprender debidamente el Derecho, debemos comprender primeramente al ser humano y a su cerebro, y para comprenderlos adecuadamente se deben analizar y tratar de entender las causales evolutivas que nos hicieron ser quienes somos, así como el análisis moderno que la ciencia hace del órgano humano sobre el cual se cimientan todas nuestras creaciones, entre ellas desde luego: El Derecho.

Desde este punto de vista, para mí El Derecho debe definirse como: El conjunto de normas adoptadas como obligatorias por un grupo determinado de seres humanos, con el objeto de poder sobrevivir como tal y vivir en la máxima armonía posible entre sus integrantes.

El grupo de seres humanos puede ser de cien, cien millones o siete mil millones, eso no importa, lo importante es que la definición que propongo de Derecho es descriptiva y atiende a lo que siempre ha sido el Derecho, y aunque pudiera correrse el riesgo (por así parecerlo) que también pueda aplicarse a lo que el Derecho debe ser, ello quizá sea demasiado pretencioso.

Quiero aclarar que las normas no deben ser necesariamente escritas y que éstas pueden y deben ser cambiantes y adaptativas. Por ejemplo, lo que ahora conocemos como Derechos Humanos, pueden o no existir en un momento determinado dentro de un “Derecho Positivo”, al menos de manera explícita, pero su noción está implícita dentro de la definición pero solo para los miembros de ese grupo. Si un grupo considera que otro grupo está poniendo en riesgo su subsistencia, no tendrá razones para respetar los “Derechos Humanos” del grupo ajeno, porque dichas personas estarán ajenas a su “Derecho”. Lo que ahora conocemos como “Declaración Universal de Derechos Humanos” no es otra cosa que un conjunto de normas que un grupo, un gran grupo formado por muchos grupos, determinó como normas obligatorias para todos sus integrantes con el objeto de buscar la supervivencia y la armonía de ese gran “Grupo de grupos”, pero no es absolutamente nada más que eso. Su supuesta “universalidad” es falsa, ya que en 50 o 500 años pudieran plasmarse nuevos o cambiarse los existentes y se les seguiría llamando “universales”.

FIN DE LA PRIMERA PARTE